jueves, julio 29, 2010

"JULIO SE MUERE..."





JULIO SE MUERE COMO UN PENITENTE”


Julio se muere como un penitente
En la barbacoa feroz y playera.
Cara y culo al sol se fríe la gente,
Y, al verse de bronce, se gusta y espera.

No fue su pasar rescoldo de olvidos,
Que no olvidaremos la hazaña triunfal;
Duele en la memoria los sueños perdidos
Pero se engrandecen con este Mundial.

España se puso, feliz, rojigualda,
Como no la vieron nunca sus balcones;
Un himno sin letra, como una guirnalda,
Sonó para gloria de los campeones.

El pueblo, orgulloso, gritó por la calle,
Lanzó al estrellato fuegos de artificio,
La novia reía, cogida del talle,
Y un beso sincero coronó el bullicio.

Nunca vio Madrid lo que vio aquel día:
Miles de españoles gritando de gozo;
Tras los campeones toda la Gran Vía
Era un festival de luz y alborozo.

Juntos, en la cumbre, están los mejores,
Y juntos haremos un país mejor,
Nadal y Lorenzo, muchos Contadores
Son un buen ejemplo de un gran pundonor.

Es el momento de hinchar nuestras velas,
Que un viento de gloria mueva nuestras naves;
Vayamos, gallardos, siguiendo su estela
Para que la crisis se muera y se acabe.

Felipeángel ©

TITULARES: "EL PARLAMENT Y LOS TOROS DE LIDIA"


!Va por ustedes, maestros!


Se han salido con la suya
los cabestros catalanes,
y han llevado al toro bravo
al corral de sus afanes.

Felipeángel (c)

Links: La Razón, ABC, EL PAIS, EL MUNDO

domingo, julio 18, 2010

LA ESPIRAL INVISIBLE

"LA ESPIRAL INVISIBLE"



Se oye el sonido de un contador Geiger al mismo tiempo que una línea quebrada se mueve en la pantalla. Va subiendo la intensidad del sonido durante unos segundos.
Silencio.
Sonido del agua. Comienza a hablar.

AGUA.- Hubo un tiempo en que fui feliz. Comenzó el primer día en que dejaron de matarse todos los hombres y las niñas buscaban el alma de las muñecas , y yo fluía por estas tierras de Bielorrusia y Ucrania, sin el olor de la sangre mezclada con los peces, y en los lagos navegaban muchos sueños pintados de colores.

(Comienza a oírse música de fondo)



AIRE.- Yo te rizaba las olas y ayudaba a volar a las cometas.

FUEGO.- Mientras pude di calor a los niños con los ojos enfermos pero jamás conseguí sofocar la serpiente del hambre que ardía más que yo en sus cuerpos desnutridos.

TIERRA.- Tierra de frontera siempre, la Segunda Gran Guerra de la Madre Patria no consiguió olvidar las persecuciones, las purgas, el saqueo constante de sus aldeas y sus bienes, de su libertad y su destino, el recuerdo doloroso de los años del hambre.



AGUA.- Sí, hubo un tiempo en que fui feliz; con mis brazos acuosos extendidos podía tocar con la punta de los dedos Odessa y Leningrado; mezclarme con las aguas del Mar Negro o el Báltico; recorrer, como el filo de un cuchillo de plata, tu negra piel de tierra de labor, por los cauces del Dnieper, el Pripyat o el Dvina Occidental; dejarme arrastrar hasta el mismo corazón de las ciudades, los pueblos y las aldeas, cruzando puentes, moviendo las aspas de las aceñas y las turbinas de las fábricas. Amaneciendo así a la vida en todo lo que tocaba y amaba, no me olvido de la guerra y su dolor, de sus heridas y sus consecuencias. Como tú, sentí en mis entrañas que era parte de la desolación de los primeros días sin bombas pero fueron los hombres reconstruyendo mi dolorido cuerpo al mismo tiempo y con el mismo esfuerzo con el que curaron los suyos.

AIRE.- Sobre la osamenta de las ciudades heridas, la osamenta de las calles enfermas, la osamenta de los edificios derruídos se levantaron nuevas ciudades, nuevas calles, nuevas edificaciones para albergar lo más terrible del olvido: las huellas de la memoria.

TIERRA.- Sobre los cimientos de la Paz recuperada se levantó el hambre y la sequía; cuando dieron su fruto las mieses el pan, recién horneado, fue pasando de unos hombres famélicos a otros en todas las Izbas y Chatas de las aldeas como un signo de concordia, una señal de esperanza.

AGUA.- Donde hubo puentes de piedra se levantaron puentes de hierro; hasta el límite del territorio de las aves se elevaban ahora las chimeneas de las fábricas.

FUEGO.- Yo me esforcé, como el aire, para enterrar los restos de las batallas pero fue imposible eludir la paz de los camposantos.



AIRE.- Fue una guerra sin flores para las tumbas.

TIERRA.- Sobre el triste escenario de la vida, el hombre volvió a mirarnos con sus ojos aun sin horizontes, mientras el ciclo natural del nacimiento y de la muerte fue cumpliéndose con la exacta precisión de un reloj en manos del Gran Relojero. Por aquel entonces, yo volví a sentir en mi cuerpo desnudo el abrazo generoso del agua de las marismas y en el aire adivinaba todas las dulces fragancias del incipiente verano.

AGUA.- En las entrañas del bosque Bialowieza pastaban los últimos bisontes y el ruiseñor cautivo cosía con su canto el cielo lejano de la estepa.

AIRE.- Yo mecía a las espigas pero traicioné a los pájaros.

FUEGO.-Se sucedieron las estaciones con el lentecido pulso del sol en la inmensidad del cielo, con el lentecido pulso de la tierra agrietándose.

TIERRA.- Sobre las prendas de abrigo la nieve dibujaba las dunas del invierno, el laberinto de sombras que amaba el Minotauro.



FUEGO.- A la luz de las velas los cuentos tenían el sabor de la escarcha del monte, la cadencia de los viejos barcos rompiendo el hielo de los Polos, el suave capricho invernal del viento dibujando el mapa de los trigales en los tejados de Kiev o de Kharkov.

AGUA.- La Paz era el silencio del aire en primavera y el sinuoso correr de las horas entre los pupitres de los colegios y las risas de los niños, algunos mutilados.

(Música de fondo)



AIRE.- El fuego, tan desmedido, se controló con destreza en los hornos de las fábricas y con pasión inocente en los lares de las cocinas perfumadas de mijo, de sorgo y de carne de cerdo asada según la costumbre.

TIERRA.- Casi un mes antes de los seis años y un día de terror que duró la contienda, la serpiente nuclear se abatió sobre los hombres, las mujeres y los niños de la ciudad de Hiroshima.
PERO ERA EL ENEMIGO.




AGUA.-Desde los cerros de Ushita y al pie de los bosques de Nigitsu podía verse el vientre enorme de la ciudad abierta como un cochino en canal.
PERO ERA EL ENEMIGO.

FUEGO.- Bajo el puente Misana el viejo río Ota arrastraba cientos de cadáveres y moribundos quemados.
PERO ERA EL ENEMIGO.


AIRE.- El 6 de agosto de 1945 unos hombres que soñaban con ser dioses abrieron , sin dudarlo, la temible caja de todos los truenos.
PERO ERA EL ENEMIGO.

TIERRA.- Desde el bombardero Enola Gay lanzaron a Little Boy, a 9.450 metros de altura. La bomba de uranio -235 explotó en el aire, a seiscientos metros del suelo, cuando marcaba el reloj las ocho y cuarto de la mañana.
La explosión, de veinte kilotones, generó un calor de miles de grados y un furioso viento de más de mil quinientos kilómetros por hora que arrastró trenes repletos de viajeros, hizo volar los tranvías como atracciones de feria, y desintegró edificios convirtiéndolos en polvo.

PERO ERA EL ENEMIGO.



AGUA.- Ardió todo: las ramas y los troncos de los árboles; el cuerpo y las ropas de los hombres, las mujeres y los niños que habitaban la ciudad; los cristales de vidrio de sus casas; el pelo y la piel de sus animales de compañía.... 48.000 construcciones de todo tipo fueron destruídas; 80.000 personas murieron y 176.000 quedaron sin hogar; aún hoy sigue habiendo víctimas, enfermas a causa de la radiación.
PERO ERA EL ENEMIGO.


FUEGO.- Alma de Prometeo, devastación y caos, el hombre no quiso devolverme a mi morada; ando así, pues, perdido; a veces soy el reflejo de unos ojos sin memoria; en ocasiones la estela de la muerte anunciándose.

AIRE.- Aun en el ardor que pongo en las tormentas, ¿acaso destruí para siempre la simiente de la vida?

TIERRA.- Aun con mis bostezos, mis despertares, mi perpetuo insomnio, ¿acaso no es el hombre proel de mi destino?

AGUA.- Aunque me rebele o brame en el mar airado, ¿acaso no soy yo la fuente de todo lo que existe?




FUEGO.- La bomba robó a la tierra los colores de las cosas; al aire, la claridad del azul del cielo; a las aguas, las criaturas, que se volvieron mutantes.

TIERRA.- Se inició así el juego de los espejos, la cruel explosión que al enemigo le robó el alma.

AIRE.- Sí, se sucedieron las estaciones y pasaron los años. Yo, que siempre me sentí tan cerca de las estrellas, me declaré allí arriba zona espacial de sueños.

FUEGO.- Yo calentaba las casas y adornaba con hogueras las playas de media luna.




AGUA.- Poco a poco todo recuperó su armonía. Por los cursos de los ríos se transportó la madera; con la arena de las llanuras fabricaron ladrillos de sílice, objetos domésticos y botellas de cristal. A pesar del sujovei, el cálido viento del este, se roturaron los campos antiguos de batalla con los viejos tractores del último quinquenio y, allí donde no se pudo, con el arado de reja y una yunta de bueyes uncidos.

TIERRA.- Caminos flanqueados por hayas, robles y matorral unían las aldeas y los pueblos. En el horizonte los campos de girasol se codeaban con los trigales. En las casas de los campesinos hervían pucheros de borsch; en las mesas, en pequeños platos con flores, llamaban a las puertas del paladar hermosas combinaciones de zakuski, queso, embutidos, ensaladas con crema ácida y, dentro de las cestas de mimbre dibujado, redondos panes negros hacían de lado a los blancos.

AIRE.- A quietud olían las primeras confituras de ciruelas con nueces y el pescado en salazón al que llaman vobla.

FUEGO.- Holocausto por holocausto, no vino la Paz sino la Victoria. Quien guardaba el secreto de mi ser tenía también la clave de la destrucción del mundo.




AGUA.- La destrucción del aire que respiran, del agua que beben, de la tierra que los acoge y los alimenta.

TIERRA.- Comenzó una nueva era bajo el signo de la serpiente; al encantador dormido se le esparcieron un día por todo el planeta; durante siglos las serpientes del hambre y la enfermedad, las serpientes de la guerra y la sequía, las serpientes de las plagas y la destrucción de los pueblos fue diezmando las aldeas, las ciudades, los territorios pero, al igual que el Ave Fénix, renacieron los hombres de sus propias cenizas, levantando y fundando nuevas aldeas, nuevas ciudades, nuevas civilizaciones e imperios.

(Suena de música de fondo)



FUEGO.- ¿Y el amor? ¿Qué se hizo del amor? Nunca quedó vacío ni su cuenco ni su mortaja.

AIRE.- Siempre tuvo la cadencia de las hojas del otoño mecidas por los columpios, o el armazón pulido de las viejas estatuas cubiertas de palomina. Lo vi correr por los parques renacidos de Kiev, en las estepas nevadas de un invierno sin flores, o en las calles de Minsk, a orillas del Svisloch.
Sin esa salida al mar con que sueñan los deltas, el amor se abrió paso por las zonas destruídas, socavó los cimientos del odio y las murallas, se arraigó en las paredes donde brilla la hiedra y sangra el recuerdo; nada aguantó a su dominio; sin el amor las estrellas no tenían reflejos, nada iluminaba la gran mesa del hambre sino el amor, gran llaga de la vida abierta.




AGUA.- Cada nueve de mayo hacían sonar las sirenas de todas las fábricas, desde Vitebsk a Gomel, desde Mogilev a Brest; en el puerto de Odessa barcos de gran tonelaje compartían el muelle con barcazas de recreo; los que vivían junto a los bosques buscaban setas y bayas hasta las últimas horas del atardecer mientras, a orillas del Bug, pequeños grupos de pescadores compartían su afición con las cigüeñas de los pantanos.

TIERRA.- A Kreschatik, el famoso bulevar de Kiev, afluían diariamente cientos de campesinos para vender sus productos en los puestos del mercado Bessarabska; las frutas, las verduras, los pepinillos, el agua, las patatas, los helados, la carne, la remolacha, los huevos, los embutidos, los arenques se ofrecían a los compradores como productos generosos de la tierra, de las granjas y de la industria alimentaria renaciente.

FUEGO.- A mediados de los 50, principios de los 60, abrazando la máxima de Lenin, "El Comunismo es el poder del Soviet más la electrificación de todo el país", y compartiendo el entusiasmo de la mayoría de científicos reunidos, en Ginebra, en la Conferencia de Átomos para la Paz, comenzaron a planificarse, construirse y desarrollarse las primeras plantas de Energía Nuclear en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

AGUA.- Mientras las Grandes Potencias llenaban de miedo los silos de sus arsenales, medio mundo amenazaba al otro medio, y nada era comparable a la razón de la fuerza salvo la fuerza de la estupidez y del olvido, de la locura y el desprecio al género humano.




AIRE.- Esta historia muy bien pudo comenzar así:
Mientras John nacía en Harrisburg, su llanto era el mismo llanto que el de Dimitri, que veía la luz en Petrikov; iguales sus esperanzas de vida y el anhelo de salir adelante que el de David, que vino al mundo en Almaraz al cobijo, por aquel entonces, de una familia ya numerosa; iguales las ilusiones de un futuro sin guerra que las de Peter, que nació en Whitehaven, con un aleteo de gaviotas del Mar de Irlanda dibujando líneas invisibles en las inmediaciones del Hospital de la Maternidad; e igual a todos ellos la certidumbre de Nathuran, parido en los suburbios de Kota, a tener una larga y saludable vida a orillas del río Chambal, bajo los auspicios de paz y progreso en una India de enormes y dolorosos contrastes.

TIERRA.- En las melodías de los juegos infantiles todas las ventanas del mundo se comparten; bajo la bóveda enorme del arco iris bandadas de pájaros anuncian las estaciones. Cuando todo fluye a un ritmo preciso, todo se mantiene y prolonga. El mundo se regula por leyes ancestrales.

FUEGO.- Poco a poco fueron surgiendo a lo largo y ancho de Bielorrusia granjas colectivas de ganado vacuno, ovino y porcino. Junto a las viejas casas campestres de la ciudad de Gomel florecían los manzanos y en el aire se mezclaban los aromas de los lirios y el frescor de las acacias.

( Suena, de música de fondo)



AIRE.- Nada que ver con Kishtim
A principios del mes de enero de 1958, debido a la probable explosión de residuos radiactivos, una inmensa zona de los Urales del Sur quedó arrasada; no se libró ni una aldea, ni una ciudad habitable, ni un solo campo cultivado. Se evacuó a miles de personas; los rebaños de ovejas desaparecieron de un paisaje lunar donde sólo crecían hongos gigantescos detras de las señales de prohibición.



AGUA.-Sí, hubo un tiempo en que fui feliz hasta que la lluvia ácida comenzó a despojar de sus ropajes a los bosques y muchas ciudades comenzaron a ser víctimas de la contaminación y el ruido.

TIERRA.- !Cuántos de tus ríos enfermaron! Los vertidos de las industrias cambiaron las costumbres y las formas de los peces.

FUEGO.- Peces de colores encendidos que parecían surgir del fondo de la tierra.

AIRE.- En los suelos pantanosos de la Polesia los residentes cazaban patos mientras en Kursk, a trescientos cincuenta kilómetros de allí, construían los primeros reactores RBMK.





AGUA.- Comenzaba así un ambicioso proyecto: el inicio de un mal sueño para una población inocente.

TIERRA.- Durante siete años ingenieros, técnicos y operarios trabajaron para levantar sobre la rojiza tierra de las orillas del Pripyat la que, con el paso del tiempo, se denominaría Planta de Energía Atómica de Chernóbil.

FUEGO.- En aquellas latitudes los numerosos lagos, bosques y praderas no sabían nada de la sinfonía de números y ecuaciones; de la inmensa orquestación matemática que se fraguaba en sus inmediaciones para producir energía; del peligroso ballet de partículas que físicos inhumanos observaban dentro de un reducido espacio al que llamaban núcleo y que, en un momento dado de máxima tensión, obligaban a dividirse contra natura.

AIRE.- A esa clase de hombres, cabezas visibles de la industria pesada, un alto dirigente del Kremlin les denominó irónicamente "comedores de acero".



AGUA.- Desde la capital de Ucrania, por el río Dnieper, salían diariamente, durante el verano, barcos repletos de excursionistas que buscaban la relajación y el ocio en los márgenes de la gran presa de Kiev y en las inmediaciones de la ciudad de Chernóbil, rodeada de campos de soja, maizales y granjas, donde criaban terneros y vacas de ordeño, que abastecían de carne y de leche a la mayor parte de la región.

TIERRA.- La Central, recién construída, se convirtió también en un motivo de atracción turística; se habían plantado pinos en la nueva ciudad de Pripyat pero, por encima de ellos, como una fortaleza inexpugnable, se levantaban los altos reactores sobre enormes plataformas de cemento.

FUEGO.- En Chernigov, a noventa y seis kilómetros al Este, sus ciudadanos visitaban las antiguas iglesias, iban a las salas de cine como los fieles a un rito sagrado, jugaban al ajedrez en las plazas heridas por las palomas, o hacían deporte en los parques públicos.

AIRE.- Mientras John crecía en Harrisburg y Dimitri jugaba en Petrikov, la Planta Nuclear de Tree Mile Island estuvo a punto de fundirse, produciéndose un escape de diez milésimas de yodo radiactivo. Las esperanzas de vida de John y su anhelo de salir adelante probablemente disminuyeron respecto a las de Dimitri o a las de David, que comenzaba a ir a la escuela, en Almaraz, pero menos, si lo comparamos con Peter, que sufrió las consecuencias del accidente que se produjo el día ocho de octubre de 1957 en la Planta Nuclear de Windscale, o con las esperanzas y los anhelos de Nathuram, que nunca sabría las consecuencias de vivir cerca de Kota, la segunda zona del mundo más contaminada, según las últimas estadísticas.




AGUA.- Nada hay como el paso de los años para ir vistiendo a la vida con los ropajes de la costumbre.

TIERRA.- Sobrellevar la mudanza de las estaciones y no sentirse un observador envejecido, una veleta que mueve el viento sujovei cuando arrasa los negros campos de Ucrania.

AIRE.- Todo termina formando parte del paisaje; el ojo se acostumbra a la mirada como el cuerpo a la mano que lo acaricia.

FUEGO.- Si imaginamos cigüeñas anidando en las bocas de las altas chimeneas imaginamos un mundo donde la vida se adapta a morar sobre el peligro.




AGUA.- El sueño de la razón produce monstruos; la duermevela, caminos intransitables.

TIERRA.- Durante dieciseis años los niños fueron haciéndose hombres, las granjas alcanzaron excelentes niveles de producción, las fábricas comenzaron su declive y las grandes cosechas de trigo se unieron a las de la remolacha azucarera, las patatas y las variadas verduras.

FUEGO.- Durante dieciseis años crecieron las ciudades próximas a la Planta Nuclear de Chernóbil, aumentaron las familias y el parque móvil, se construyeron nuevas escuelas y jardines, se plantaron más pinos y castaños.... Por el curso del río navegaban los cargueros y en las riberas de la laguna refrigerante acudían los peces en busca de comida.

AIRE.- El viernes 25 de abril de 1986 John dejó Harrisburg para irse a vivir a Detroit con su esposa Mary y su hijo Johnattan; probablemente sus esperanzas de vida y el anhelo de salir adelante con su familia se truncaron poco después de que el médico del hospital privado, que supervisó el parto, le anunciase que su hijo había nacido con malformaciones congénitas, lo que no ocurrió con Victoria, la hija de Dimitri y Tatiana, que vio la luz un año antes en su propia casa de Petrikov, ni con los dos hijos de David y Marta -Angel y Celia- que seguían residiendo en Almaraz, a pesar de los constantes rumores sobre la sospechosa muerte del ganado ovino y vacuno en los últimos años. A Peter, en cambio, el accidente nuclear de Windscale le rompió la vida por completo. Sin poder demostrar nunca la relación causa-efecto entre el accidente y la enfermedad que contrajo, un leucemia y otras dolencias le llevaron con lentitud a la muerte; lo mismo que a Nathuram, con esperanza de vida cero, amortajado y quemado en los suburbios fluviales de una de las partes más míseras del mundo.




Suena, de fondo musical)



AGUA.- Sí, hubo un tiempo en que fui feliz hasta que todo cambió repentinamente, de la noche a la mañana, como cambia el semblante de un niño al paso de los cometas o o el azul del cielo herido por un eclipse.

TIERRA.- Nunca dejamos de oir el lenguaje de los tambores que, a veces, palpitaban como un animal herido, pero nada que no fueran las huellas del infortunio se tomó entonces en cuenta como una sonora luz de alarma.

AIRE.- Pasaban cuatro segundos de la una y veintitrés de la noche del viernes 25 de abril de 1986 cuando me vi bruscamente invadido por el fuego.

AGUA.- El núcleo del reactor número 4 de la Planta de Energía Atómica Chernóbil se recalentó convirtiéndome en vapor. Atrapado en las cañerías, como un gigante en una jaula de pájaros, las reventé y produje una explosión extraordinaria. Al caer sobre mí la grua de doscientas toneladas que los hombres diseñaron para cargar el combustible y que, en aquel preciso instante, no podían dominar, me mezclé con el circonio de los tubos que lo contenía produciéndose, con tan alta temperatura, hidrógeno; el hidrógeno se mezcló, a su vez, con el oxígeno del aire; surgieron numerosos incendios; los bloques del grafito del núcleo comenzaron a arder y eso dio lugar a que liberara una densa y venenosa nube de partículas radiactivas al exterior.



FUEGO.- Yo nunca me vi dominado; lo confieso ahora, después de la destrucción. Durante catorce días ardí sin mesura y muchos de los hombres que intentaron apagarme murieron en el empeño; querían enterrar los indicios que demostraban el robo, la ominosa acción de Prometeo que les llevaba irremisiblemente a la muerte.

TIERRA.- Para aplacar tu ira y que no me reventaras las entrañas construyeron un túnel por debajo del núcleo y cubrieron tus ojos de poseído con toneladas de arena y otros materiales.

AIRE.- Contra el asalto de miles y miles de partículas desconocidas para mí, por entonces, en aquellos territorios, nada puder hacer; hubiera necesitado la ayuda imperiosa de las tormentas para impedir su contagio pero no llovió en toda la noche y la nube radiactiva secuestró mi voluntad hasta que lo más liviano de ella comenzó a desplazarse hasta las costas de Suecia, movida por vientos del Suroeste.

AGUA.- Sin una declaración previa, repentinamente y con nocturnidad, aprovechando que los hombres, las mujeres y los niños de las ciudades, las granjas y las aldeas dormían, operarios ineptos habían provocado una gran batalla entre nosotros, desconociendo, sin duda, sus terribles consecuencias.




FUEGO.- Dos horas y media después de la explosión unidades policiales y del ejército bloquearon las entradas y salidas de Pripyat, mientras una flota de helicópteros esperaban la orden de vuelo para enterrar mi corazón cautivo, mi enorme corazón resplandeciente.

TIERRA.- Polvo radiactivo mas no polvo enamorado fue cubriendo mis bosques, mis campos de labor, mis pastizales, los tejados de mis casas, y mis edificios, mis calles, mis carreteras, mis fábricas, con partículas de uranio y plutonio, como confetis silenciosos de una fiesta a la que no fuimos invitados.

AIRE.- Amanecía el sábado 26 de abril de 1986 en la Estación Metereológica situada a pocos kilómetros de la Central, en el vértice de unión de los ríos Uzh y Pripyat, cuando el contador Geiger comenzó a comportarse como un caballo desbocado en una carrera sin premios.

AGUA.- Posiblemente, mientras desayunaban un vaso de yogur o de leche o un potaje de harina dulce, al que llaman kasha, los más madrugadores se apercibieron, a través de los visillos que cubrían las ventanas de sus viviendas, de la presencia militar en las calles.




(Suena, de música de fondo)



FUEGO.- Mientras cientos de bomberos tuteaban a la muerte, miles de personas soñaban con pasar el día en los bosques o nadar en los lagos de las cercanías o en esa excursión, tanto tiempo aplazada, al Embalse de Kiev.

TIERRA.- Pero yo ya estaba herida por la picadura de la serpiente que despertó del sueño, herida por su veneno, doloroso y letal; todo se moría en mí, todo se ajaba. Varias horas después de la catástrofe, miles de personas fueron evacuadas; dejé de ser tierra de hombres, cuna de su descanso y su sustento.




AIRE.- A las dieciseis y veinte del domingo 27 de abril de 1986, mil cien autobuses que, en la carretera, formaban una cola de varios kilómetros de largo, vaciaron la ciudad de Pripyat y sus alrededores. Nueve días después, las autoridades hicieron lo mismo con la ciudad de Chernóbil y con las granjas colectivas. Diez días antes de las vacaciones de verano, la mayoría de los niños de Kiev fueron enviados a campamentos, lejos de la zona contaminada.

AGUA.- Muchos de ellos dejaron su casa atrás para siempre. Sí, hubo un tiempo en que fui feliz.

(Baja la música. Silencio. Se oye el sonido del contador Geiger)

FIN

14-21-ABRIL-1997

Felipe Ángel Rodríguez (c)


Links: Pripiat y alrededores, Chernobyl, Igor Kostin, Paul Fusco, Robert Polidori