Ayer se inauguró en los jardines de la Casa de América una curiosa Exposición de Arte Cubano que demuestra, una vez más, que todo lo que no termina en el vertedero de Valdemingómez puede acabar siendo una obra de arte.
A mi me gustó; sobre todo por la capacidad que tienen para reciclar aquellos objetos cotidianos de los años 50, tan difíciles de encontrar hoy en día; una moda retro en que lo más llamativo siguen siendo sus colores chillones y las lineas sensuales y sinuosas, tan alejadas de este jodido minimalismo que, por todas partes, nos invade.
Aunque los extraños frigoríficos remitan necesariamente al frío a mi me pareció un arte caliente, muy en consonancia con el clima de la isla y el calor humano de sus gentes.
Lo más curioso de todo es que estaban llenos de refrescos y viandas, una propuesta consumista que parece un dislate viniendo de Cuba, donde sus habitantes plantan patatas en los jardines, aunque, como toda propuesta conceptual, está sujeta a múltiples interpretaciones; así que tal vez no se trataba de un happening en el jardín de las neveras metamorfoseadas sino de denunciar, desde la dialéctica del materialismo histórico, la vorágine mercantilista occidental que !oh, cielos! terminará, un día, devorándonos.
Supone, no obstante, un paso más allá del arte de los balseros, expuesto hace unos años en el Palacio de Cristal del Parque de El Retiro, pero a la clara denuncia de sus condiciones de vida, que les obligó y aun les obliga a huir en los artilugios más inverosímiles, esta exposición de frigoríficos demodé añade la nota de humor que, en arte, siempre se agradece.
Felipeángel (c)
Felipeángel (c)
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