Sorprendente la retrospectiva de Nam June Paik (Seúl 1932-Miami 2006) en las salas de la Fundación Telefónica. Aunque sea considerado el padre del videoarte, pocas veces hemos tenido ocasión de ver en Madrid algunas de sus obras.
Sorprende su capacidad para fusionar lo antiguo y lo moderno; lo moderno que se ha quedado antiguo y lo tradicional que se rebela como una propuesta futurista; sorprenden sus robots inmóviles pero llenos de vida y de imágenes; su acercamiento a los mitos y a los arquetipos a través de los elementos de la tecnología moderna y, sobre todo, sorprende, y mucho, el diálogo visual que entablan, por ejemplo, cosas tan dispares como una noble carroza coreana tirada por un caballo construido a base de placas de ordenador y circuitos electrónicos.
Toda esa capacidad de sugerencia, el gusto por utilizar viejos aparatos antiguos para trasmitir mensajes de un presente que se parece cada vez más a un futuro cercano, me recuerda mucho al mundo onírico y agobiante de las películas de Terry Gillian, como "Brazil", o de directores tan dispares como Jean-Pierre Jeunet o los hermanos Fesser, cuyo corto "Aquel ritmillo" es de lo mejor que se ha echo en el cine español.
Pero la lectura de Nam June Paik, los caminos que abrió al videoarte es infinitamente más extensa que la que nos sugiere el mundo del cine, aunque uno y otro estén cada vez más interrelacionados.
La exposición, que está teniendo una gran afluencia de público y que, curiosamente, relaja las medidas de seguridad, tan estrictas en otras ocasiones, puede verse hasta el 20 de mayo de 2007.
Felipeángel (c)
Pero la lectura de Nam June Paik, los caminos que abrió al videoarte es infinitamente más extensa que la que nos sugiere el mundo del cine, aunque uno y otro estén cada vez más interrelacionados.
La exposición, que está teniendo una gran afluencia de público y que, curiosamente, relaja las medidas de seguridad, tan estrictas en otras ocasiones, puede verse hasta el 20 de mayo de 2007.
Felipeángel (c)
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