martes, mayo 20, 2008

MUCHO CUENTO: JULIO CAMBA



"La ciudad automática" es un conjunto de artículos sobre los Estados Unidos y, especialmente, sobre Nueva York, que Julio Camba publicó en 1934 en Espasa-Calpe.
En 2005, la editorial tuvo el acierto de rescatar este libro de su Biblioteca Histórica, publicándolo en edición facsímil.
En "BUY APPLES" nos cuenta, con una prosa cargada de ironía, cómo afrontaban los neoyorquinos la crisis tras el crack del 29:

"Llego a Nueva York cuando Nueva York se encuentra en plena crisis económica. En cada esquina hay un hombre bastante bien vestido con un cajón de fruta sobre la acera y un cartel que dice: "Unemployed. Buy apples (desempleados: comprad manzanas)".
Al principio yo me imaginé que como los desempleados carecen, probablemente, del dinero necesario para procurarse buenas chuletas, aquellos hombres les aconsejaban que se arreglasen de momento con unas manzanitas, lo que, en medio de todo, no hubiese carecido de lógica; pero luego me enteré mejor. Quien debe adquirir las manzanas es el público en general, y los que las venden justifican el precio de venta por el hecho de haberse quedado sin trabajo.
La venta de manzanas constituye hoy, por tanto, en Nueva York, una forma encubierta de mendicidad y equivale a tocar el violín, decir la buenaventura, ofrecer una flor, mostrar un niño encanijado, cantar una romanza, exhibir una úlcera, etc., etc.
Todo el mundo compra manzanas; unos por caridad; otros por patriotismo, muchos por prescripción facultativa, y hasta hay algunos que las compran porque, realmente, son aficionados a ellas.
Un informador del New York American que se puso a vender manzanas en la parte baja de la ciudad hizo en una hora cerca de doce dólares, lo que supone una venta de veinte docenas. Y, como la cosa dura desde hace un mes, uno no puede por menos de escamarse un poco.
"Tantas manzanas no se encuentran así como así a disposición de los desocupados", se dice uno. Aquí hay, seguramente, una organización.
Y, en efecto, aquí hay una organización, y una organización bastante complicada.
Parece que la cosecha de manzanas ha sido este año (1931) excepcional en New England, y este aumento de producción coincidió con una depresión general del mercado, debida a la crisis económica. Los sin trabajo, por ejemplo, no podían comprar manzanas y, como no podían comprar manzanas, se les dedicó a venderlas. Naturalmente, se hizo una gran publicidad. Se excitó el pundonor de los hombres, diciendo que en América nadie debe pasar hambre, y la piedad de las mujeres. Se presentó a los vendedores de manzanas como millonarios arruinados en la Bolsa. !Qué sé yo...! Ello es que la Compañía acaparadora está ganando lo indecible y que a los desocupados ningún empleo les había producido nunca tanto dinero como el empleo de desocupados.
Pero la cosa no concluye aquí. Al contrario, es aquí, casi, donde empieza. Al ver que los desocupados se sacaban quince y veinte dólares al día, hay quien dice que una gran Empresa acaparó toda la desocupación de Nueva York, en tal forma, que hoy no pueden ya vender aquí manzanas más hombres sin empleo que los hombres sin empleo empleados por esa Empresa. Esa Empresa le da a usted, por ejemplo, seis dólares diarios para utilizarle como hombre que no tiene jornal, y, el día en que el manager le despide a usted, ese día deja usted de ser un desempleado, y ya no puede solicitar el auxilio de las gentes bajo el pretexto de vender manzanas ni bajo ningún otro. (...)
Aquí hay una gran crisis económica; pero tal es la vitalidad del país, que esta crisis económica se traduce fatalmente en nuevos y formidables negocios. En Francia se haría una campaña a favor del ahorro. Aquí, les parecerá a ustedes absurdo, pero se preconiza, en cambio, el despilfarro. "Para que la prosperidad vuelva -decía un letrero que he visto ayer en el cine- hay que poner en circulación mil millones más de dólares. Que cada ciudadano aumente en un dólar sus gastos del día, y la crisis estará resuelta inmediatamente."
Y, en vista de que se gana poco, se gasta más que nunca. El pequeño comercio finge saldos, y la gente adquiere una cantidad de cosas que no necesita absolutamente para nada, y que, en rigor, no sirven para nada tampoco...."

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