No voy a desvelar el argumento de esta película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood; sólo quiero centrarme en dos cosas que me han llamado la atención: el doblaje al castellano y las posibles y probables lecturas de esta sencilla y dolorosa historia.
Como siempre, Constantino Romero le da el punto justo a la voz, cada vez más cascada, de Clint; de modo que el viejo Walt Kowalski resulta creíble y su dureza, la dureza de su rostro y de sus gestos, está a tono con los matices duros y agrios de su voz.
Creo recordar que Clint Eastwood ha elogiado en repetidas ocasiones el estupendo doblaje de Constantino e, incluso, llegó a decir que le gustaba más la voz del actor español que la suya. Lo cierto es que, en determinados momentos, su palabra, sus frases cortantes, oídas en castellano, acojonan tanto como la mirada de Walt, siempre alerta ante los que quieren socavar los principios y el modo de vivir que ha defendido, incluso, a punta de fusil, desde la Guerra de Corea.
Si nos centramos, en cambio, en quienes doblan a los componentes de las bandas, sean negros, chicanos o asiáticos, tenemos la impresión de que no alcanzan ese grado de violencia y maldad que expresan sus caras; que a esos grupos de gente indeseable que tienen en la palabra y en el uso de las armas sus señas de identidad, las voces que han elegido en castellano para decir lo que dicen en inglés les vienen mal. Escuchándolos atentamente no tenemos la impresión de que se traten de tipos duros y sin escrúpulos sino que nos parece oir a un grupo de pijos que han estudiado en Yale, conocen el argot urbano y se visten de pandilleros por puro aburrimiento o por simple snobismo. Hasta el "atontao" parece más "atontao" hablando en castellano que en inglés, lo cual puede significar una elección previa pero, obviamente, equivocada. La voz de su hermana, en cambio, es creíble y casi todas las voces femeninas también lo son.
El Gran Torino no sólo es el nombre de un coche, modelo Ford de 1972, sino que representa, a mi entender, el símbolo del que se vale Clint Eastwood para hacer coincidir el pasado y el presente, los grandes valores de la nación norteamericana y los nuevos hábitos de convivencia que la realidad va imponiendo inexorablemente en sus pueblos y en sus ciudades, en muchos barrios y en muchas calles. Tal vez por éso, por su capacidad simbólica, "Gran Torino " es una película que se presta a múltiples lecturas, tanto políticas como religiosas, pero, por encima de ellas, sobresale un rimero de pequeñas o grandes cosas que hacen que la vida valga la pena: el instinto de supervivencia, la capacidad de superación, el trabajo bien hecho, el agradecimiento, la cortesía, la educación y la entrega. Puede que alguna de estas cosas le suenen extrañas a quien ha visto la película y oído el lenguaje, poco académico, de Walt pero a mi me parece que su modo de hablar y de comportarse es sólo un mecanismo de defensa ante lo que no le gusta.
En realidad no estamos ante Harry el Sucio sino ante Cristo el Limpio.
Felipeángel 22/23/4/09
Como siempre, Constantino Romero le da el punto justo a la voz, cada vez más cascada, de Clint; de modo que el viejo Walt Kowalski resulta creíble y su dureza, la dureza de su rostro y de sus gestos, está a tono con los matices duros y agrios de su voz.
Creo recordar que Clint Eastwood ha elogiado en repetidas ocasiones el estupendo doblaje de Constantino e, incluso, llegó a decir que le gustaba más la voz del actor español que la suya. Lo cierto es que, en determinados momentos, su palabra, sus frases cortantes, oídas en castellano, acojonan tanto como la mirada de Walt, siempre alerta ante los que quieren socavar los principios y el modo de vivir que ha defendido, incluso, a punta de fusil, desde la Guerra de Corea.
Si nos centramos, en cambio, en quienes doblan a los componentes de las bandas, sean negros, chicanos o asiáticos, tenemos la impresión de que no alcanzan ese grado de violencia y maldad que expresan sus caras; que a esos grupos de gente indeseable que tienen en la palabra y en el uso de las armas sus señas de identidad, las voces que han elegido en castellano para decir lo que dicen en inglés les vienen mal. Escuchándolos atentamente no tenemos la impresión de que se traten de tipos duros y sin escrúpulos sino que nos parece oir a un grupo de pijos que han estudiado en Yale, conocen el argot urbano y se visten de pandilleros por puro aburrimiento o por simple snobismo. Hasta el "atontao" parece más "atontao" hablando en castellano que en inglés, lo cual puede significar una elección previa pero, obviamente, equivocada. La voz de su hermana, en cambio, es creíble y casi todas las voces femeninas también lo son.
El Gran Torino no sólo es el nombre de un coche, modelo Ford de 1972, sino que representa, a mi entender, el símbolo del que se vale Clint Eastwood para hacer coincidir el pasado y el presente, los grandes valores de la nación norteamericana y los nuevos hábitos de convivencia que la realidad va imponiendo inexorablemente en sus pueblos y en sus ciudades, en muchos barrios y en muchas calles. Tal vez por éso, por su capacidad simbólica, "Gran Torino " es una película que se presta a múltiples lecturas, tanto políticas como religiosas, pero, por encima de ellas, sobresale un rimero de pequeñas o grandes cosas que hacen que la vida valga la pena: el instinto de supervivencia, la capacidad de superación, el trabajo bien hecho, el agradecimiento, la cortesía, la educación y la entrega. Puede que alguna de estas cosas le suenen extrañas a quien ha visto la película y oído el lenguaje, poco académico, de Walt pero a mi me parece que su modo de hablar y de comportarse es sólo un mecanismo de defensa ante lo que no le gusta.
En realidad no estamos ante Harry el Sucio sino ante Cristo el Limpio.
Felipeángel 22/23/4/09
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