Son días de sangre, de rosas y vino,
de fiesta playera y olor a rosario;
la Visa en la pierna se abrirá camino
entre las turistas del Monte Calvario.
El santo y la seña visten de morado;
la feligresía puebla las esquinas;
la calle es un reo de ardor colorado
con los penitentes clavándose espinas.
Reta el chiringuito a las procesiones.
El móvil se tiñe de cera y tabaco.
Van encadenados besos y oraciones
y el tumulto huele a coño y sobaco.
La sangre resbala feliz por las hopas;
en los capirotes la noche se estrella.
Un deseo duerme, borracho, en las copas
y un cristo fingido, sin fe, se querella.
Todo es un exceso sagrado y pagano
que adoba los días semanasanteros.
Lucen las ciudades gozos inhumanos,
dolores sentidos y visos festeros.
Las calles se riegan de noche sin pausa;
el Hijo se yergue, bendito, en la tumba;
los coches regresan rebeldes, sin causa
y todo el país se pudre y retumba.
Felipeángel (c) 27/3/10
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