Madrid, en verano, ya no es Baden-Baden, lo diga Romanones o lo diga su porquero.
Es posible que aún siga habiendo personas, con la familia en la playa y billetes en la cartera, que se queden de rodríguez en estas fechas estivales, pero la canita al aire se ha puesto por un ojo de la cara y las putas, como es sabido, ya no salen en los periódicos; de modo que esa figura entrañable de las españoladas cinematográficas que compaginaba el salto de mata con el salto del tigre, la cama ajena y una señora en desabillé, es poco menos que un animal en peligro de extinción, como el lince ibérico o el toro bravo con barretina.
Lo normal, lo que estamos viendo en este mes de agosto como normal, cuando no lo era, es que cada vez salen menos madrileños de vacaciones y están, por lo tanto, las calles llenas de coches y viandantes, de viento solano y calor humano, como hacía tiempo no veíamos, y el señor que antes alternaba en las terrazas con el ligue ocasional, ahora pasea con su mujer y sus hijos en las suaves horas del atardecer.
Pasaron, por tanto, aquellos tiempos en que vivir en Madrid en el mes de agosto era hacerlo en una ciudad casi abandonada, con las tiendas llenas de letreritos que ponían "Cerrado por Vacaciones " o "Cerrado hasta septiembre", y las grandes avenidas estaban tan desiertas, que era posible cruzar de una acera a otra con tranquilidad porque no venía ni un sólo coche; si el tráfico era mínimo, la libertad era máxima y los pocos que nos quedábamos aquí, por esas fechas, teníamos el privilegio de disfrutar de Madrid como si fuera la gran ciudad de provincias, sin prisas, sin atascos, sin colas.
Otro aliciente añadido al calor, la siesta y el silencio era el ambiente de las piscinas municipales; el césped estaba bien cuidado, los merenderos limpios y la música ambiente en su punto, ya la pusiera el dj socorrista o el grupo de los modernos con el loro junto a las toallas.
En aquellos tiempos gloriosos, las piscinas gozaban también de excelentes chiringuitos, que ofrecían a los bañistas variados y suculentos menús en los que no podía faltar ni la paella ni el gazpacho casero; era tanta su aceptación que había que pedir mesa por adelantado; por supuesto no existían ni los platos de usar y tirar ni los cubiertos de plástico ni el vaso desechable que en seguida se vuela; la vajilla era de porcelana; los cubiertos, de acero inoxidable; y los vasos, de cristal. Por la tarde, veíamos en la tele ganar a Miguel Induraín y, si ya no había Tour, muchas y muchos se apuntaban al culebrón venezolano.
Este mes de agosto, el mes de agosto de este año, es un mes de mayo con moscas, muchas moscas; crisis, mucha crisis; calor, mucho calor; gente, mucha gente; y coches, muchos, muchos coches llenos de rodríguez sin canita al aire y sin ilusión.
Felipeángel (c)
Es posible que aún siga habiendo personas, con la familia en la playa y billetes en la cartera, que se queden de rodríguez en estas fechas estivales, pero la canita al aire se ha puesto por un ojo de la cara y las putas, como es sabido, ya no salen en los periódicos; de modo que esa figura entrañable de las españoladas cinematográficas que compaginaba el salto de mata con el salto del tigre, la cama ajena y una señora en desabillé, es poco menos que un animal en peligro de extinción, como el lince ibérico o el toro bravo con barretina.
Lo normal, lo que estamos viendo en este mes de agosto como normal, cuando no lo era, es que cada vez salen menos madrileños de vacaciones y están, por lo tanto, las calles llenas de coches y viandantes, de viento solano y calor humano, como hacía tiempo no veíamos, y el señor que antes alternaba en las terrazas con el ligue ocasional, ahora pasea con su mujer y sus hijos en las suaves horas del atardecer.
Pasaron, por tanto, aquellos tiempos en que vivir en Madrid en el mes de agosto era hacerlo en una ciudad casi abandonada, con las tiendas llenas de letreritos que ponían "Cerrado por Vacaciones " o "Cerrado hasta septiembre", y las grandes avenidas estaban tan desiertas, que era posible cruzar de una acera a otra con tranquilidad porque no venía ni un sólo coche; si el tráfico era mínimo, la libertad era máxima y los pocos que nos quedábamos aquí, por esas fechas, teníamos el privilegio de disfrutar de Madrid como si fuera la gran ciudad de provincias, sin prisas, sin atascos, sin colas.
Otro aliciente añadido al calor, la siesta y el silencio era el ambiente de las piscinas municipales; el césped estaba bien cuidado, los merenderos limpios y la música ambiente en su punto, ya la pusiera el dj socorrista o el grupo de los modernos con el loro junto a las toallas.
En aquellos tiempos gloriosos, las piscinas gozaban también de excelentes chiringuitos, que ofrecían a los bañistas variados y suculentos menús en los que no podía faltar ni la paella ni el gazpacho casero; era tanta su aceptación que había que pedir mesa por adelantado; por supuesto no existían ni los platos de usar y tirar ni los cubiertos de plástico ni el vaso desechable que en seguida se vuela; la vajilla era de porcelana; los cubiertos, de acero inoxidable; y los vasos, de cristal. Por la tarde, veíamos en la tele ganar a Miguel Induraín y, si ya no había Tour, muchas y muchos se apuntaban al culebrón venezolano.
Este mes de agosto, el mes de agosto de este año, es un mes de mayo con moscas, muchas moscas; crisis, mucha crisis; calor, mucho calor; gente, mucha gente; y coches, muchos, muchos coches llenos de rodríguez sin canita al aire y sin ilusión.
Felipeángel (c)
POR LOS CAMINOS DEL TEDIO
ResponderEliminarLa vida necesita de ese siglo anterior
que la haga soportable. Aquel momento
en el que la luz dorada sobre el bosque
ardia en el quinque prendido dentro.
Y debio ser hermoso ese pensar
de los viejos romanticos en palacios barrocos.
Vivir con la mirada puesta atras,
como el que sigue amando. Nunca
aquellos hombres supusieron
que su dolor seria, con los años,
el sueño venidero en un perdido otoño.
ANDRES TRAPIELLO, "POEMAS ESCOGIDOS"
Tres intiresno, gracias
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