Seis y media de la mañana; suena el despertador; acerco mi mano al interruptor de la luz; se enciende la lámpara de la mesilla de noche ; miro el reloj; me levanto; la luz de la lámpara pone una sombra como de toldo de circo en la habitación; recorro el pasillo; entro en el cuarto de baño; abro la ventana; no ha amanecido todavía; las farolas aun derraman su luz amarilla sobre las aceras; me dirijo a la terraza; enciendo una cerilla; acerco su llama al calentador; se enciende luego hay gas; me dirijo, otra vez, al cuarto de baño; abro un grifo; el agua sale, al principio, tibia y, poco después, caliente; me afeito y me ducho placidamente; me seco; me visto; salgo a la calle; circulan algunos coches; me dirijo a la parada del autobús; espero un rato, pero no pasa ninguno; miro el reloj; a los diez minutos decido ir caminando hacia la estación de cercanías; hay policías al lado de sus furgonetas azules y luz en el vestíbulo; accedo a las vías; al poco rato viene una unidad; me subo; comienza a amanecer; huelga general; pararon los hombres y algunas máquinas; funciona Internet; la gente habla por los teléfonos móviles; durante toda la mañana emiten todos los canales de televisión menos Telemadrid; desayuno en un bar; al mediodía los líderes sindicales anuncian que la huelga general ha sido un éxito.
Felipeángel (c)
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