Vivimos tiempos de orgasmos; los viejos escritores, con dioptrías en los ojos, y los malos tertulianos, con ceguera en la polla, rememoran los tiempos en que las jovencitas les enseñaban su propio Imperio de los Sentidos, Las edades de Lulú y La canción de Bilitís, pero el orgasmo se extiende como una mancha de lubricante hasta la urna electoral, y ya no hay ciudadano ni ciudadana que no pida el mismo plato que Meg Ryan en el restaurante de la vida, el mismo plato con los mismos ingredientes de jadeos, sonidos entrecortados y desmelenamiento del voto.
A pesar de la crisis y sus consecuencias, de los millones de parados y del mea culpa presidencial, hay políticos que gozan jugando a los marcianitos sin papeles; independentistas que sueñan con su propio orgasmo europeo; patriotas que se encaman arropados por las banderas, y toda España es durante estos últimos días un grito que sube en intensidad, y que se cuela en nuestros hogares como una niebla de placer creada para nublarnos el entendimiento y acelerar nuestro corazón.
No sé si hay que vivir estos orgasmos como una mentira o como un don, pero hay que reconocer que animan mucho la palestra social, el negocio periodístico y los foros de Internet. Lo que no me cabe ninguna duda es de que estamos ante fuegos artificiales de cinco minutos, cuyo resplandor o cuya mierda no nos deja ver el cielo de la realidad, el tupido bosque donde se esconden los especuladores, los voceras y los oportunistas de la nación, que, desgraciadamente, aun son muchos más de los que, en pleno orgasmo, imaginamos.
Felipeángel (c)
A pesar de la crisis y sus consecuencias, de los millones de parados y del mea culpa presidencial, hay políticos que gozan jugando a los marcianitos sin papeles; independentistas que sueñan con su propio orgasmo europeo; patriotas que se encaman arropados por las banderas, y toda España es durante estos últimos días un grito que sube en intensidad, y que se cuela en nuestros hogares como una niebla de placer creada para nublarnos el entendimiento y acelerar nuestro corazón.
No sé si hay que vivir estos orgasmos como una mentira o como un don, pero hay que reconocer que animan mucho la palestra social, el negocio periodístico y los foros de Internet. Lo que no me cabe ninguna duda es de que estamos ante fuegos artificiales de cinco minutos, cuyo resplandor o cuya mierda no nos deja ver el cielo de la realidad, el tupido bosque donde se esconden los especuladores, los voceras y los oportunistas de la nación, que, desgraciadamente, aun son muchos más de los que, en pleno orgasmo, imaginamos.
Felipeángel (c)
Completamente de acuerdo, amigo. Buena entrada.
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