Don Juan Díaz Esquivel enamoraba a una dama hermosa que se llamaba doña Margarita; era tonto, y como tonto, impertinente, pareciéndose en esto a los tontos de hoy y a los tontos de todos los tiempos pasados, presentes y futuros.
Hacía ya alguno que su impertinencia se dejaba caer a peso sobre el chistoso Quevedo, con quien asistía a una tertulia y a quien pedía le hiciese unos versos, cansándolo de tal suerte, que dispuesto a burlarse de él, le dijo una noche:
-Voy a servir a V., Sr. D. Juan: déme V. el argumento de los versos.
-Hemos de entrar en ellos, Sr. D. Francisco, Margarita, V. y yo.
-Bien, ¿y qué he de decir de cada uno?
-Lo que V. quiera.
-Pues oiga V. -dijo Quevedo en presencia de toda la reunión:
Don Juan Díaz Esquivel,
aquí entra él;
unos versos me pidió,
aquí entro yo;
para Margarita bella,
aquí entra ella;
y es tan infeliz mi estrella
en esto de discurrir,
que no sé más qué decir
de don Juan, de mí y de ella.
Mi versión de este poema lleva el verbo estar y no entrar: Don Juan Díaz de Esquivel, aquí está él..etc. es una versión muy antigua y se oye bien. Nos vemos.
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