"Díjole un ciego a un muchacho que llevaba de lazarillo que fuese a una tienda de montañés en que le solían socorrer, a pedir una limosna. Diéronle una sardina frita que el chiquillo se comió, y dijo al ciego que no le habían dado nada; pero el ciego que notó el olor de la sardina, conoció el embuste y le dio una paliza.
Siguieron andando y el lazarillo llevó al ciego derecho hacia una esquina contra la que se dio un tremendo encontronazo.
-¡Pícaro! -exclamó el ciego.
y el chiquillo le contestó echando a correr:
Y usted que olió la sardina,
¿por qué no ha olido la esquina?"
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