Hace unos años escribí la crítica de una película utilizando un lenguaje similar al que oí en ella. Se llamaba "Ocho Millas". No la publiqué jamás.
Hoy me enfrento a un problema parecido, si debo o no debo, escribir del mismo modo que hablan los personajes de este triller. Como en él no actúa mi adorada Kim Basinger, he optado por hacerlo.
Queríamos ver la última de Garci pero se puso a diluviar y decidimos meternos en los cines Acteon; pagamos ocho euros por cada entrada y a cambio nos dieron unas sucias butacas en una sala con un sonido de mierda; cada vez que algún espectador se movía sonaban los muelles como la puta cama de una puta pensión para indigentes, y cada vez que hablaba alguien en la pantalla oíamos sus palabras tan bajito y con tan mala calidad que no sabíamos si estaban proyectando una copia pirata o es que el dueño del cine no invierte un solo euro en mejorar sus equipos.
Desgraciadamente, la película no es mejor; después de una de las peores presentaciones que he visto nunca, metiendo los títulos de crédito entre flahs de fotogramas que te dejaban ciego, presenciamos una conversación de besugos entre dos jodidos yonquis; uno se dedica a mangar perros con pedigree y el otro está ocioso, porque ha salido de la trena hace poco; al presidiario le propone un amiguete robar una timba de poker; es una cosa fácil, porque el encargado de organizarla la robó en otra ocasión y lo lógico es pensar que también es el culpable de robar esta otra; los dos putos yonquis, el de los putos perros y el tarado que salió del talego, se ponen unas medias que les aprietan más que los condones a Nacho Vidal, unos guantes amarillos de fregona y, a punta de pistola y de una escopeta superrecortada, roban la timba y se largan, pero son tan bocazas que se terminan enterando los de la mafia que controlan el salón de juego y deciden matarlos; de todo el asunto se encarga Jackie Cogan (Brad Pitt), que es un matón que pasa de usar silenciadores, aunque en un principio trata de de que mate al amiguete del presidiario otro matón a sueldo, llamado Mickey (James Gandolfini); éste resulta ser un borracho de mierda y un putero de tres pares de cojones; cuando Jackie se entrevista con él en un bar, presenciamos una de las escenas mas delirantes de la película; el gordo asqueroso se mete con el camarero por un jodido dry martini y una cerveza; mientras menea las aceitunas del dry martini con el palillo se toma la cerveza de Brad de un trago; pide otra, pero Brad dice que no la quiere; en el siguiente plano vemos parte del vaso de la cerveza lleno; dos planos más tarde, medio vacío, y , cuando el plano se abre, aparecen dos vasos de cerveza, y dos de dry martini. . Aquello debieron rodarlo muchas veces, y medio borrachos porque no nos cuadra lo que vemos con lo que oímos.
También asistimos a otra conversación entre los dos matones que parece escrita por Henry Miller o por Charles Bukowski, si no hubieran muerto; pura pornografía descriptiva en la que no nos costaba nada imaginar los vaivenes de la polla del putero cuando la ensartaba en el coño de cualquier furcia en la cama de un sórdido hotel de Nueva York.
La mafia decide quitarse al matón de en medio y le tiende una trampa; al yonqui que manga los putos perros con su jodido pedigree le detiene la policía con un paquete de droga, y Jackie, que ya se ha cargado al responsable de la timba, encuentra al jodido presidiario, le mete el miedo en el cuerpo, y le convence para que le lleve hasta la persona que le propuso el robo; mata a los dos, de noche y con un ruido de la hostia; se reúne con el mafioso que le paga, le dice que le falta dinero y le suelta la mejor frase de la película, al hilo de lo que grita el futuro presidente Obama en plena campaña electoral. El futuro presidente dice en un mitin que Estados Unidos es un país, y Brad le dice al mafioso que Estados Unidos no es un país sino un negocio, así que págame cabrón.
Hubo espectadores que no aguantaron esta mierda de película hasta el final y se largaron. Los demás nos quedamos porque tenemos la mala costumbre de ir al cine, a pesar de sus precios y sus incomodidades. Debe ser masoquismo.
Felipeángel (c)
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