Al cementerio del tiempo
llevan un nuevo difunto;
Septiembre del dos mil doce
pone en su cuerpo insepulto;
una turba negra y triste
lo recibe con insultos;
el cortejo de las horas
hace tic-tac, barra, punto,
y en el aire se amodorran
viejos clamores del culto.
Una corneja graznando
añade su contrapunto
y los golpes de las palas
inquietan más al tumulto
que pisa, rompe y profana
el recinto en su conjunto.
¡Que mal mes fuiste, Septiembre!
¡Acobardado, trasunto
de ese Agosto tan infame,
tan sangriento, tan injusto,
que tuvo brasas de loca
y locos gestos de adulto.
Nos has dejado intranquilos
con tus manejos bisuntos;
has puesto fuego en la tierra;
has intrigado en lo oculto;
has anegado los campos;
has matado a los arbustos
a los pinos centenarios,
a los poblados venustos,
y en esa espiral sangrienta,
apestosa como un unto,
muchas vidas te has llevado,
jodiste muchos asuntos,
y ya no existe consuelo
cuando el vacío barrunto.
Felipeángel (c)
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