sábado, octubre 27, 2012

PESPUNTES: "CRISIS Y SUICIDIOS"

Lo veníamos diciendo tiempo atrás: la crisis terminará poniendo sus muertos sobre la mesa brillante del Consejo de Ministros y, a partir de entonces, nada será igual, ni las decisiones que se tomen a rabo de burro para que no cunda el pánico, ni las medidas extraordinarias y  urgentísimas para que los desahuciados, los hambrientos, los deprimidos y los que ya han perdido toda esperanza de encontrar trabajo no terminen defenestrándose por el balcón de su casa, o colgándose de la viga maestra del sobrado o dejándose los sesos en la cuneta de una carretera o la cabeza bajo las ruedas de un tren.
A partir de ahora, a partir de ese momento en que el vendedor de prensa granadino decidió suicidarse, las manifestaciones no serán lo mismo, las portadas de los periódicos nos olerán a sangre, y el rostro de muchos políticos y de muchos banqueros tendrán el rictus que pone la muerte ajena, la injusta muerte, la muerte mala que causan sus frías e inhumanas decisiones.
Cuando ayer vimos entrar el ataúd de José Miguel a hombros de sus allegados en la iglesia parroquial no solo vimos un cortejo fúnebre sino el funeral de nuestro estado del bienestar, las exequias de un modo de vivir que nos ha llevado a la ruina, a la desmoralización y al descreimiento.
Yo no creo que las numerosas reuniones del Consejo de Europa, de los Parlamentos Nacionales y Regionales, de los Gobiernos, Instituciones y demás organismos que no paran de marear la perdiz vayan a solucionar nada; lo único que están generando es malestar, sufrimiento, y muerte aquí y en otros territorios europeos; la solución, de existir, siempre será a su medida, a la medida de las clases dirigentes y los poderes fácticos; cuentan con que habrá víctimas y saben que esas víctimas serán, inevitablemente, las que ponga el pueblo llano, las clases más desprotegidas y silenciosas de la sociedad.
Ahora, en este país llamado España, ya no podemos esperar nada de ellos, ni de los banqueros que viven a cuerpo de rey, felices y despreocupados, en sus mansiones, ni de los empresarios y evasores de capitales que huyen con sus empresas o su dinero a otros territorios, ni de quienes la muerte de un hombre les viene bien a sus oscuros fines políticos.
Este suicidio ni es el primero ni será el último pero su gran difusión informativa lo ha convertido en la punta de lanza de nuestro fracaso colectivo, de nuestro insensato modo de vivir, de todas esas locas quimeras que nos metieron en la cabeza unos malos vendedores de sueños en los años de crecimiento económico; esta muerte y otras que vendrán son como el fruto que cae prematuramente del árbol;  pero el árbol no está sano; el árbol está pudriéndose; entre unos y otros van minando las raíces de este árbol que llamamos democracia y, lo que es peor, van minando los cimientos del país y sus pocas esperanzas de salvarlo, de seguir así,  del inevitable  desastre. 

Felipeángel (c)

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