Para aliviar nuestros males,
hoy, en todo Ayuntamiento,
en pueblos y capitales,
están a cada momento
renovando concejales.
Yo por serlo tengo afán,
y por si llego a ir allí
donde otros dichosos van,
les voy a exponer el plan
que hace días concebí.
Mis propósitos son buenos,
pues quiero, ni más ni menos,
que a cualquier hora del día
me saluden los serenos
y agentes de Policía.
Quiero, en varias ocasiones,
presidir las procesiones,
asombrando a los chiquillos,
y beber en las sesiones
agua con azucarillos.
Me compraré una chistera;
pondré en mi calle una acera;
diré que defiendo el arte,
y meteré... en cualquier parte
al chico de mi portera.
Cuando dé el Ayuntamiento
bonos, yo me llevaré
a mi casa más de ciento;
siempre en el auto tendré
para lucirme un asiento;
y, si la ocasión asoma,
echaré alguna soflama,
estropeando el idioma.
Este será mi programa,
sin quitar punto ni coma.
De hermosas ideas llenos
otros expondrán, quizás,
proyectos grandes y buenos,
y harán después mucho menos,
explotando el cargo más.
Conmigo no hay desencantos,
como los habrá con tantos
que acuden a otros registros...
(Con este programa, ¡cuántos
habrán llegado a ministros!)
LA LIBERTAD.- 8 de noviembre de 1924.
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