La
vieja dolorida, meona y casquivana,
Que ronda
en los colegios el virgo floreciente,
Pasea por
las calles sus carnes espartanas,
Y mira,
entre lamentos, la vida de la gente.
¡Qué
lejos quedan ya sus años juveniles,
Las locas
aventuras en oscuros rincones,
Alumbrados
tan sólo por pequeños candiles,
Con grasientos
camastros y raídos sillones.
Fue la
amante perfecta del ladrón y el falsario;
La criada
que sisa las monedas del ama;
Tuvo artes
de puta con mantilla y rosario,
Y modales de niña, de beata y de dama.
Las
leyendas antiguas de la vieja memoria
La recuerdan
un tiempo de una gloria pasada;
Un vetusto
palacio, un lugar sin historia,
Unas horas
sin nombre, un instante sin nada.
Ahora
rumia su suerte como un buey encerrado;
Mata el
hambre de amor con palabras vacías;
En las
plazas se expresa solo a grito pelado,
Y las
noches las pasa en pensiones sombrías.
Alcahueta
de almas, zurcidora de sueños,
Busca a
veces la puerta del secreto deseo,
De secretas
promesas, de placeres pequeños,
De ese
baile que tiene un afín bamboleo.
Esta
vieja pelleja con olores inmundos
Lleva escrita
en la cara el renglón de la muerte;
Morirá como
un perro infeliz e infecundo,
Tiritando
de frío, sin calor y sin suerte.
Felipeángel
©
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