viernes, marzo 22, 2013

PESPUNTES: "SEMANA SANA"

Como todos los años por estas fechas, miles de personas se preparan para ver la ejecución de un hombre. Son tantas las representaciones de este hecho luctuoso a lo largo del tiempo que, al final, se ha convertido en  un espectáculo con grandes dosis de teatralidad, colorismo y devoción. Lo suyo es que a tan terrible tragedia le acompañara un cielo fúnebre y grisáceo, pero los fieles prefieren que haga buen tiempo para que toda la pasión de este condenado a muerte no quede deslucida.
Las ejecuciones públicas, tanto reales como en efigie, siempre han movido al pueblo llano, pero ésta se recuerda como ninguna otra. Durante nuestra adolescencia hemos visto todos los pasos que dio Jesús hasta su crucifixión; incluso hemos llevado alguno de ellos al hombro, pero ahora prefiero no unirme al coro de los penitentes, porque encuentro demasiado cruel toda esta celebración de la muerte, aunque sea la del hijo de Dios en la Tierra
Imaginemos que pudiéramos presenciar hoy en día los pasos sucesivos de un condenado a la pena capital  al que se le obligara a llevar la silla eléctrica a hombros desde la penitenciaria en que cumple condena hasta la Plaza Mayor de la ciudad en donde lo van a freír con una descarga de 2.450 voltios durante 15 segundos. Nos parecería un espectáculo bárbaro, cruel e inadmisible; sin embargo, es posible que tuviera a su alrededor personas que lo creen inocente, familiares que se acercarían a su cuerpo ensangrentado, y devotos que terminarían poniendo en pequeños lugares de culto una silla eléctrica muy parecida a la que el reo llevó a hombros ante la mirada impasible de sus verdugos.
A la Semana Santa algunos le quitan la "t" y la convierten en la Semana Sana. Me parece una idea mucho mejor, porque apuesta por la vida y no por la muerte; tal vez el tiempo tampoco acompañe a esta celebración de la primavera, pero, si no es posible disfrutar de unos días de playa, o de campo, o de paz consigo mismo y con los demás al aire libre, siempre podemos zambullirnos en las páginas de un buen libro,  o en la amena conversación, o en las visitas turísticas a los monumentos históricos, o en esa comida familiar que nos acerca los viejos sabores y a los delicados olores de los guisos de nuestra infancia. Mejor la religión del cuidado del cuerpo que la de la flagelación del  alma.

Felipeángel (c)

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