El pajarito y Nicolás parece ser que han ganado las elecciones venezolanas. Ya no diremos "¡más madera!" sino "¡más Maduro!" El pajarito no solo le ha dado alas, como un Redbull celestial, sino la argumentación populista para ponerse al frente de la locomotora revolucionaria con el chandal de los milagros y el bigote de Groucho Marx. El pueblo soberano está feliz; me lo dice una compañera colombiana: le da igual las insensateces que haya dicho el Elegido durante la campaña electoral mientras siga manteniendo las subvenciones y las mamandurrias. ¡Santo petróleo, padre de Dios! Ruega por nosotros, los vencedores, y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal. Amén. Así el nuevo rosario revolucionario, la salve bolivariana que anidará en los corazones y en la nueva fe de la Patria. ¡Hemos ganado, Capriles! No insistas en tus demandas. ¡Se me apareció el santito y me silbó el joropo llanero de la revolución, el merengue rucaneao del Nuevo Orden! Oídlo cómo canta desde la rama del araguaney, cómo se eleva hasta los cielo, igualito, igualito que una Santa Teresa mística, repartiendo bendiciones a diestro y siniestro. Se contarán o no se contarán los votos, ya veremos, y el resultado no cambiará mucho la suerte, o la mala suerte, de Venezuela. Para eso están los milagros, para creer en ellos cuando ocurren ante nuestros propios ojos. Es la voluntad de San Hugo, que sigue sin enterrar, el deseo del santo varón que notaba el olor del azufre en la sede las Naciones Unidas. Puede que mañana nos digan que su cuerpo está incorrupto y habrán puesto punto final al primero de los relatos de estas crónicas de una muerte anunciada, llorada y bien aprovechada. !Más madera, Maduro! ¡Es la guerra!
Felipeángel (c)
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