El 13 de diciembre de 2006 publiqué esta entrada que, según Blogger, solo tuvo una visita. Contiene un artículo publicado, por primera vez, el 2 de noviembre de 1998 en el "Diario de Alcalá". En su caso, no le vamos a dar una segunda oportunidad, sino la tercera.
UNA HISTORIA DE FANTASMAS
El 2 de noviembre de 1998 publiqué, en el "Diario de Alcalá", el siguiente artículo titulado "UNA HISTORIA DE FANTASMAS":
Aprovechando la Cumbre de Oporto y dentro del rigor informativo, los cazatalentos de "Caiga quien caiga" le han regalado unas gafas negras a Fidel, quizás porque pensaban hacer lo mismo con Augusto Pinochet pero nadie, ni siquiera ellos, podía imaginarse que The Clinic londinense se iba a convertir en la casa de los espíritus del general ni que tan sano gesto de ofrecerle a alguien de lo que carece podía llenar el nombre del programa de tanto contenido.
Decía César González-Ruano que, para llegar a viejo, era imprescindible tener una mala salud de hierro pero Pinochet, que tanto ha leído a Franco y a los autores franquistas, debía ignorar tan acertada cita cuando, parapetado tras sus gafas oscuras, decidió levantarse en armas contra el Gobierno legítimo de Salvador Allende. De no ser así, cuesta trabajo entender que derrochara tan pródigamente durante su "Caiga quien caiga" dictatorial lo que, en buena lógica, iba a necesitar a manos llenas en sus últimos años senatoriales.
Esta falta de previsión, este dispendio ferruginoso han sabido aprovecharlo los fantasmas de sus víctimas apropiándose, durante las horas de vigilia, de un modo sobrenatural y sin la menor sospecha, del hierro sobrante de su cuerpo hasta conseguir minar su salud y adormecer su conciencia para que se viera en la necesaria obligación de trasladarse a un país extranjero y, en pleno ataque de impunidad, curarse los achaques y la nostalgia.
Aún no hay fotos del confinamiento y, seguramente, no las habrá pero en esta historia de fantasmas cuesta poco imaginarse la habitación hospitalaria del Dictador como los andenes del underground de Picadilly Circus en hora punta, llena de espíritus, que sólo él ve, coreando su nombre y de ahí, de esa aglomeración de víctimas de su mandato alrededor suyo, proviene su sufrimiento, su postración, su quebranto.
A Pinochet, como si se tratara de un cuadro de El Bosco, le acosan los fantasmas; le han puesto una verja invisible a su libertad los que, en un momento dado de la historia reciente de Chile, no la tuvieron; es el tío vivo en el gran parque del horror de los tíos muertos y, entre vuelta y vuelta, son los fantasmas quienes rompen en pedacitos el sueño de su razón porque terminó creando monstruos y, entre giro y giro, a muchos de ellos ya les dará igual cuál pueda ser, en el último momento, su incierto futuro porque, sin sospecharlo siquiera, un día de octubre cayó en el nido de las arañas del tiempo, en el arenal de las cuentas pendientes, y es hermoso que en todo ésto y en esta ocasión no le toque decidir a él.
Ocho años después, Pinochet ha muerto.
Felipeángel (c)
Felipeángel (c)
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