El 25 aniversario de la muerte de Luis Buñuel vuelve a congregar a sus adictos a un variada panoplia de celebraciones; menor, en todo caso, que las que tuvieron lugar con motivo del Centenario de su nacimiento, hace ya 8 años. En aquella ocasión escribí varios artículos. "Buñuel y el umbral de la pobreza" fue uno de ellos.
"BUÑUEL Y EL UMBRAL DE LA POBREZA"
Ahora que celebramos el Centenario del nacimiento de Luis Buñuel, apenas se ha oído hablar de su constante preocupación por la pobreza y, sin embargo, no hay más que leer las primeras páginas de sus memorias "El último suspiro" para darse cuenta de que su interés por la miseria humana le viene desde que era un niño.
Nos habla allí, por ejemplo, de "los pobres de solemnidad", palabras que, a primera vista, no parecen casar bien salvo que hagan referencia a algún obispo venido a menos del rodaje de "Las Hurdes" (Tierra sin Pan), de "Los olvidados" o de "Viridiana".
Luis Buñuel, que era hijo de indiano rico, recuerda que todos los viernes por la mañana los pobres del pueblo se sentaban enfrente de su casa y uno de los criados les repartía, a cada uno, un pedazo de pan y una moneda de diez céntimos, "limosna generosa" -nos dice- si la comparamos con el céntimo por barba que solían dar los otros vecinos ricos de la localidad". Era un ritual de caridad cristiana que no mitigaba ni abolía el estado de pobreza de quien la recibía pero que, en cierto modo, ayudaba a socorrer su padecimiento. Aquella escena la sitúa Buñuel en una Edad Media prolongada que afectaba, probablemente, a buena parte de España: un tiempo miserable de principios de siglo con una economía rota y un Gobierno inoperante.
La situación no estaba mucho mejor cuando rodó, cámara en mano, "Las Hurdes" (Tierra sin pan) con el patrocinio de Ramón Acín, un anarquista que terminó fusilado en los tristes días de 1936. La película fue prohibida por la censura y sólo pudo verse en este país muchos años más tarde. Hace poco asistí a su proyección en una de las salas del IVAM de Valencia, curioso lugar donde una mente privilegiada la hizo coincidir con unas obras muy ruidosas que imposibilitaba su audición. Pensé entonces que, hoy como ayer, mostrar la pobreza, la de antes y la de ahora, sigue siendo un asunto incómodo para los estamentos públicos.
Quizá por ello, por las trabas que iba encontrando a lo largo de su dilatada vida, Buñuel siguió empeñado en darnos su particular visión de las cosas y así, exiliado en México, volvió sobre el tema con "Los olvidados". Tras su proyección, la película fue tan maltratada por la prensa como lo fue su director, por ejemplo, cuando Berta Gamboa, esposa de León Felipe, se lanzó sobre él, indignada, gritando que aquellas imágenes suponían una infamia para el país que le había acogido con los brazos abiertos; pero la opinión de la crítica y de la intelectualidad mexicana cambió cuando el Jurado del Festival de Cannes de 1951 concedió a tan polémica cinta la Palma de Oro.
Lo vivido en México se repitió en España, años después, cuando Luis Buñuel recibió el mismo galardón por "Viridiana", pero aquí el prestigioso premio cinematográfico no provocó su reestreno en las grandes pantallas sino su absoluta prohibición.
Aparte de sus muchas lecturas, en la película puede verse a un pobre auténtico que merodeaba por el lugar del rodaje y que Buñuel incorporó, con sus ropas andrajosas, como un actor más.
Si don Luis viviera aun y se enterara por los períodicos de que, en este país, hay 6 millones de personas en el umbral de pobreza, probablemente pensaría, como yo pienso, que no hay argumento -ni siquiera cinematográfico- que pueda sostener, a las puertas del siglo XXI, que España va bien cuando a millones de españoles les va todavía jodidamente mal.
Felipeángel (c)
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