El 8 de marzo de 2004 envié esta carta al diario LA RAZÓN, que decidió publicarla tres días después con el título de "LOS MALOS HUMOS Y LAS ELECCIONES". Dice así:
Yo no sé si las grandes o pequeñas ideas político-sociales que abonarán el gran tiesto democrático dentro de unos días son, o serán, puro humo después de haberse celebrado las Elecciones, pero de lo que sí estoy convencido es de que el humo sigue siendo el nexo común de muchos de los que forman parte activa en este gran acontecimiento participativo cuando frecuentan, por ejemplo, la barra de un bar.
Vienen los nacionalistas reivindicando su lengua y sus derechos territoriales y, mientras menean el carajillo o el "tallat", me echan el humo; aparecen con sus pegatinas los defensores de la libertad de expresión, los del "No a la Guerra" o los del "Prestige, Nunca Mais" y me echan el humo; se acerca, fumando, hasta mí un amante de la colleja para pedirme que le sirva un sándwich cubano y me echa el humo; llegan los socialistas en grupo, como los hermanos Zipi y Zape, y me echan el humo; se sienta, puro en ristre, un ciudadano con la apostura de un empresario satisfecho y me echa el humo; entran por la puerta del establecimiento los defensores de los Derechos Humanos, los Verdes, los Azules, los del Arco Iris, los antiabortistas y los antisistema y todos, sean de izquierdas o de derechas, terminan ahumándome en mi centro de trabajo, tan concienciados en unas cosas y tan ciegos en otras.
Yo, al final, terminaré muriéndome, muy probablemente, de cualquiera de las enfermedades que produce el tabaco como tantos de mis compañeros de profesión que somos -mal llamados- fumadores pasivos, sin que a ninguna de ellas se las considere, por ahora, enfermedades profesionales. Así que simplemente pido que, en estas fechas tan señaladas se reivindique, entre otras cosas, el derecho a la vida. Pero, señores políticos, que sea la de todos.
Yo no sé si las grandes o pequeñas ideas político-sociales que abonarán el gran tiesto democrático dentro de unos días son, o serán, puro humo después de haberse celebrado las Elecciones, pero de lo que sí estoy convencido es de que el humo sigue siendo el nexo común de muchos de los que forman parte activa en este gran acontecimiento participativo cuando frecuentan, por ejemplo, la barra de un bar.
Vienen los nacionalistas reivindicando su lengua y sus derechos territoriales y, mientras menean el carajillo o el "tallat", me echan el humo; aparecen con sus pegatinas los defensores de la libertad de expresión, los del "No a la Guerra" o los del "Prestige, Nunca Mais" y me echan el humo; se acerca, fumando, hasta mí un amante de la colleja para pedirme que le sirva un sándwich cubano y me echa el humo; llegan los socialistas en grupo, como los hermanos Zipi y Zape, y me echan el humo; se sienta, puro en ristre, un ciudadano con la apostura de un empresario satisfecho y me echa el humo; entran por la puerta del establecimiento los defensores de los Derechos Humanos, los Verdes, los Azules, los del Arco Iris, los antiabortistas y los antisistema y todos, sean de izquierdas o de derechas, terminan ahumándome en mi centro de trabajo, tan concienciados en unas cosas y tan ciegos en otras.
Yo, al final, terminaré muriéndome, muy probablemente, de cualquiera de las enfermedades que produce el tabaco como tantos de mis compañeros de profesión que somos -mal llamados- fumadores pasivos, sin que a ninguna de ellas se las considere, por ahora, enfermedades profesionales. Así que simplemente pido que, en estas fechas tan señaladas se reivindique, entre otras cosas, el derecho a la vida. Pero, señores políticos, que sea la de todos.
Felipeángel (c)
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