El 30 de noviembre de 2006 publiqué estos versos con el título de "Un Tenorio concienciado". Según Blogger, sólo mereció una visita. Llevaba casi un año en vigor la Ley Antitabaco pero seguía siendo una norma imperfecta, que exponía al humo de los cigarrillos y de los puros a muchos trabajadores. Tuvo que aprobarse otra más restrictiva, la que entró en vigor el 2 de enero de 2011 para que los derechos de estos trabajadores y la de los fumadores pasivos quedaran protegidos. Hoy nadie pone en duda que entrar en una cafetería o en otros establecimientos públicos como en los de la Administración es mucho más saludable de lo que era entonces. En estos tiempos de crisis, nos preocupan otros problemas.
Los primeros versos, ligeramente cambiados, podrían valernos muy bien para explicar el enfado de don Juan Tenorio contra una de las lacras actuales de nuestra sociedad:
¡Cuán roban estos malditos!
pero ¡mal rayo me parta
si en concluyendo esta carta
no pagan caros sus ritos!
Hoy han publicado que el índice de fumadores en España ha caído considerablemente pero yo veo a mi alrededor a muchas mas mujeres que hombres fumando. Yo a muchas las digo, incluidas a las de mi familia, que el cigarro de hoy puede ser el cáncer de mañana, pero sigo predicando en el desierto. Hay que seguir, por tanto, insistiendo y, por ello, creo que esta entrada se merece, también por esta razón, una segunda oportunidad:
UN TENORIO CONCIENCIADO
Desde hace tiempo noviembre y "El Tenorio" van de la mano. Casi siempre el texto se ha ceñido al que escribió José Zorrilla pero tampoco le han faltado, con el paso de los años, parodias y ambientaciones originales. A mi me parece que, hoy en día, aquel Don Juan calavera sería un tipo concienciado; al menos, así creo entenderlo cuando leí unas cuartillas que el azar puso a mi alcance junto a las lápidas, con flores marchitas, de un viejo cementerio español. El Matador no se queja, en los primeros versos, del griterío del Carnaval sino del humo del tabaco:
!Cuán fuman esos malditos!
pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus pitos!
La obra sigue por sus derroteros habituales pero es en la larga parrafada que le dedica a Don Luis cuando vuelve a hacer alarde de su gran sentido cívico:
Por donde quiera que fui
las cajetillas pisé,
los cigarrillos rompí,
de los puros me burlé
y las pipas destruí.
Yo a los billares bajé
y a los estancos hundí;
yo en los bares la lié
y en todas partes dejé
cumplida muestra de mi.
Es, de todos modos, en la escena del sofá, con Doña Inés, cuando sentimos el triunfo de la salud en todo su esplendor:
!Ah! ¿No es cierto, ángel de amor
que en esta apartada orilla
no se ve ni una colilla
y se respira mejor?
Está la estancia tan llena
de los sencillos olores
de las delicadas flores
que parece una faena
prender con ansia o con pena
la punta de algún pitillo
para darte luego asquillo
si un beso tú me confías.
¿No es cierto, paloma mía,
que nos sabría peor?
Este sosiego a tu lado
sin toses ni cigarrillos
¿No se debe a los cursillos
de la ministra Salgado?
No me creas delicado
que os amo como a ninguna
pues huyendo del Fortuna
fortuna tengo a mi lado.
Sabe, en fin, el Tenorio que es bueno en el amor, con la espada y engañando a quien se tercie , pero estos tiempos del talante son también tiempos solidarios y combativos donde, entre el numeroso florilegio de valores, hay uno en juego por encima de los demás: la salud.
En sus últimos versos no nos sorprende, por tanto, que se vanaglorie y se jacte de haber salido victorioso en tan desigual batalla:
En sus últimos versos no nos sorprende, por tanto, que se vanaglorie y se jacte de haber salido victorioso en tan desigual batalla:
!Clemente Dios, gloria a ti!
que gané a los fumadores
y evité males mayores
con la ley que defendí.
Mas reitero, y quede aquí,
pues es palpable y notorio,
que no ha de haber purgatorio
para quien fuma a conciencia.
No le des, Señor, clemencia,
que no se la dio el Tenorio.
Felipeángel (c)
Felipeángel (c)
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