domingo, mayo 23, 2010

BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO (1776-1852)



"EL MORO Y EL ITALIANO"

En la imperial ciudad que hará famosa
sobre mil personajes
moros abencerrajes
Don Pimpín de la Rosa,
una noche pillaron in fraganti
con un alarbe a un buen napolitano;
sus nombres Ben-Jamet y Cavalcanti,
uno y otro cristiano;
el moro, nuevo; viejo el italiano;
los cuales, como digo, de mi cuento,
estaban con grandísima pachorra
el traspontín al viento,
solazándose a estilo de Gomorra.
Horrísona, estupenda campanada
dió este caso en Granada.
"¡En Granada el pecado de Sodoma,
el pecado nefando
el pecado vitando!
¡Qué tiempos! ¡Santo Dios¡ ¡Vive Mahoma!"
Mientras el pueblo así su celo exhala,
no se duerme la Sala:
que, calamo currente,
dan sentencia de penca los Oidores
contra agente y paciente
indiferentemente;
y por tanto, a virtud y consecuencia
del fallo de la Audiencia,
por plazas y cantones
salen los cabalgantes cabalgados
en rucios, de vil chusma rodeados
de muchachos chillones
y barbados mirones
y trongas que, las lenguas hechas ascuas,
les cantaban los nombres de las Pascuas.
Al espeso pedrisco
de pullas, de pencazos y de agravios,
enarcando las cejas,
sin desplegar los labios,
bajaba las orejas
el italiano (al cabo, buen cristiano,
católico, apostólico, romano);
pero el fiero morisco
jura a cuantos y a tantos,
renegando entre dientes
al son del Sepan cuantos.
Y sintiendo las vayas de las gentes
más que el golpe sangriento del corbacho,
gritaba ufano a yentes y vinientes:
-¡No estar el jembra yo! ¡Yo estar el macho!...
Bien clara ver se deja
del caso la sesuda moraleja:
Nunca falta consuelo en la desgracia
a quien la sepa convertir en gracia.

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