sábado, marzo 30, 2013

MAGNUS GJOEN

"Mala fide"
"Skull victory over ignorance"
"AK-47 Concert of birds"
"Skull"
"Break glass for second coming"
"Flowerbomb"

viernes, marzo 29, 2013

jueves, marzo 28, 2013

PESPUNTES: "LAS ANDANZAS DE JUAN LANZAS"

Todos los días aparecen en los programas informativos los mismos nombres relacionados con la corrupción pero he aquí uno que tiene la suficiente sonoridad para convertirse en un personaje literario: Juan Lanzas. Con él podríamos pergeñar una secuela moderna del sublime género  picaresco. El título podría ser uno tan rotundo como su nombre: "Las andanzas de Juan Lanzas", que él rehuye. El tipo lo tiene todo: un aire popular y sanchopancesco, con sus calva incipiente, la barba a dos colores, la barriga cervecera y las gafas de sol; solo le falta el palillo en la boca, el cigarrillo en los dedos y el Rolex en la muñeca. Pícaro y sindicalista son dos términos que nuestra democracia ha ido acercando irremisiblemente; lo hemos visto en la negociación de muchos convenios, en el uso abusivo que se hace de las horas sindicales, en las contraprestaciones que algunos espabilados, como Juan Lanzas, han sacado de su privilegiada condición, pero éste es el indiscutible maestro, la salsa picante de todos los guisos de los ERE, que diría la diputada de IU, Alba Doblas, el que coge la manteca y la guarda debajo del colchón, no vaya a ser que monten de pronto un corralito y se quede sin un euro, el conseguidor, dicen unos, el logrero, piensan otros, un lazarillo que durante una década no ha dado ni un solo palo de ciego; todo lo contrario: del racimo de las uvas de los ERE, mientras unos se comían una, éste parece que se comía dos.
Hoy nos cuentan que tiene un patrimonio millonario en el país de la crisis, los desahucios   y los seis millones de parados, todo un ejemplo para salir a la calle a protestar detrás de una pancarta contra los recortes, la austeridad y la corrupción. A lo mejor decide hacer una buena obra y cede sus pisos a personas sin recursos, o dona su dinero a los comedores sociales, o escribe un libro sobre sus andanzas que termine convirtiéndose en el best-seller de la novela picaresca, que nunca consiguieron, en su tiempo, ni "El buscón", de Francisco de Quevedo, ni Estebanillo González, el último pícaro y el penúltimo, ahora que Juan Lanzas, el más jeta de todos, lo ha  desbancado definitivamente.

Felipeángel (c)

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD (V)

El DRAE define la voz conticinio como "la hora de la noche, en que todo está en silencio". Los primeros pasos de Hormigaciones se movieron en esa hora de la noche glacial de Internet. Nada se oía, nadie lo comentaba, todo parecía vacío alrededor. Entre las miles de luces que ya había encendidas en la Blogosfera, la de este blog no atraía a casi nadie. Tal vez por eso, el 8 de noviembre del año 2006  escribí esta entrada que, según Blogger, sólo tuvo, desde entonces, una sola visita. Hoy creo que se merece una segunda oportunidad.



Barco, planeta o la soledad del corredor de fondo. Es lo mismo. Hace frío ahí fuera. Apenas se mueve el mar. Las estrellas tienen un fulgor de ceniza. Las hojas de los árboles parecen murciélagos, pero oigo, al pasar, todos los ruidos: la tierra que se levanta bajo mis pies, el agua que se alimenta de luces, los muros que separan los paisajes.
No hay nada a mi alrededor pero me siento rodeado; una galaxia de blogs se mueve a ritmo de vals. Hay peces a los que no puedo mirar a los ojos y corredores lejanos que corren paralelos a mí en miles de líneas que trazó el tiempo sobre el cielo de Internet.
En este conticinio, la soledad crece, el aire es suave brisa, las letras se adelgazan como humo entre los dedos.
Soy un planeta sin explorar; mi barco de vela boga sin prisa; correr no me cansa.

Felipeángel (c)

miércoles, marzo 27, 2013

OTRAS CIUDADES: GIJÓN

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 Fotografías: Felipeángel (c)

martes, marzo 26, 2013

MUCHO CUENTO: TEODORO BARÓ - "EL ZAPATERO REMENDÓN"


En una callejuela estrecha, que no recibía de día más luz que la que lograba penetrar por el escaso trecho que separaba las altas y pobres casas de uno y otro lado; iluminándola de noche dos faroles que más bien parecían candilejas, pues encerrada en ellos despedía luz rojiza la torcida, anegada en aceite de mala calidad, sin lograr sus reflejos otra cosa que hacer más densas las sombras, vivía un zapatero remendón que tenía su tenducho en un portal bajo, húmedo y oscuro. Llamábase Francisco y se le veía durante todo el día, y a veces parte de la noche, encorvado sobre los zapatos, mejores para tirados que para remendados.
Teníanle los niños mucha afición, que él les agradecía poco, pues consistía en molestarle; y al salir de la escuela, en vez de ir directamente a sus casas, tomaban por la callejuela y pasaban corriendo delante del tenducho, gritando:
  
    Zapatero, zapatero,
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.

Francisco procuraba dominarse y no levantar la cabeza; pero se pintaba tal expresión de tristeza en su cara, que si los niños se hubiesen fijado en ella no le hubieran molestado más; porque, por lo regular, los niños son buenos y no creen causar el daño que a veces hacen con sus travesuras. El más travieso, el que más molestaba al remendón y el que capitaneaba a sus compañeros todos los días al salir de la escuela, se llamaba Rafaelito, tenía nueve años y era el que mayor ligereza mostraba en los pies y mayor fuerza en la garganta para huir y gritar a un tiempo:

    Zapatero, zapatero,
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.

Francisco cosía los rotos de los zapatos, les echaba medias suelas, siempre pegado a un taburete, que parecía formar parte de su cuerpo, tan encorvado como si nunca hubiese tenido erguido el espinazo. Cuando los niños se burlaban de él, el remendón murmuraba:
-¡Dios os conserve la alegría! Si pasarais mis penas y trabajos, no os burlaríais de mí.
Un día Rafaelito imaginó una jugarreta. El zapatero no estaba en la tienda y el audaz chicuelo ató   el extremo de un cordel al taburete y el otro a la rueda de un carro que estaba parado en la calle. Francisco volvió a su trabajo, y cuando el carro echó a andar, vio con gran sorpresa que el taburete hacía otro tanto y se marchaba a la calle, rodando por el suelo todos los chismes que contenía. Salió el zapatero gritando, detúvose el carretero, pero no tan a tiempo que no se hubiese reunido mucha gente; mientras los chicos, apostados en la esquina, se reían de su gracia, que no la tuvo para Francisco, porque los objetos rotos y el deterioro sufrido por el taburete le representaban parte de su mísero jornal. Hay quien dice que al remendón se le escapó una lágrima, y es muy posible no se equivocara la mujer que afirmó haberla visto rodar por sus mejillas. En cambio Rafaelito se rió mucho y todo el día estuvo pensando en su travesura; y hasta soñó que con el taburete seguía la casa detrás del carro y luego el zapatero dando desaforadas voces. Y en esto despertó. Abrió los ojos, vio que apenas había amanecido y se volvió del otro lado; pero una voz le dijo:
-Levántate, que ya es hora.
-Hasta las ocho no he de ir a la escuela.
-Como no se trata de ir a la escuela...
-Pues ¿adónde vamos? preguntó el niño incorporándose en la cama, creyendo que se trataba de una excursión al campo.
-Vístete y lo sabrás.
Rafaelito abrió dos ojos como naranjas al ver a su interlocutor, que era una rata muy grande que le presentaba unos pantalones mugrientos y remendados. Como cobró mucho miedo no se atrevió a hacer   ninguna observación y se puso los pantalones. Luego otra rata le dio una chaqueta tan estropeada que enseñó los codos el niño, mejor dicho, el hombre, pues Rafaelito había ido creciendo hasta convertirse en un hombre.
-Estate quieto, le ordenó una tercera rata.
De un bote le saltó a la cabeza y con la cola le enmarañó el cabello, mientras una cuarta y una quinta dieron un par de volteretas en sus manos, que quedaron llenas de pez. Rafaelito se echó a llorar y una de las ratas le dijo:
-Pronto principias. Reserva las lágrimas para mejor ocasión.
En esto una mosca le picó en la nariz, que se le llenó de granos, y una araña le paseó las patas por la cara, que se le cubrió de arrugas.
-En marcha, gritó la primera rata.
Echó a andar sirviéndole las ratas de escolta; y Rafaelito, al pasar delante del espejo, vio con espanto que se había convertido en el zapatero remendón. Llegaron al tenducho, que ya estaba abierto; y subiéndose dos ratas a los hombros del niño, le obligaron a sentarse, quedando como clavado en el taburete; y luego pasaron a sus espaldas y le forzaron a encorvarse. Otra le puso un zapato viejo sobre la rodilla, sujetándolo con el tirapié, y sus brazos se movieron manejando la lezna y el martillo. Las ratas se metieron en sendos agujeros sin asomar más que la punta del hocico, que adornado de erizados bigotes dirigían hacia el niño como diciéndole:
-¡Cuidado con lo que haces!
A la media hora, Rafaelito, que no había cesado  de trabajar, tuvo deseos de desayunarse, y saltando de su escondrijo una rata le presentó un mendrugo negro y duro, advirtiéndole que aquél era el desayuno del remendón. Con él debió contentarse, y luego las ratas le ordenaron que siguiese su tarea, pues debía ganar el pan de su familia, que padecía más de hambre que de hartura. Se le saltaron las lágrimas, pero no hubo medio de levantarse del taburete; y a las ocho, como llevase algunas horas remendando zapatos, sintiose desfallecer a causa de la falta de alimento y exceso de trabajo; pero por su consuelo pasaron unos chiquillos que iban a la escuela, y echando a correr, gritaron:

    Zapatero, zapatero,
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.

Tanto coraje le dio a Rafaelito la burla, que se le encendieron las mejillas y se levantó para tirar la horma a aquellos desvergonzados; pero una de las ratas saltó del agujero a su cabeza y le obligó a sentarse, diciéndole en tono zumbón:
-Ahora principias a saber lo que es bueno.
-¿He de sufrir sus burlas, además de sufrir el trabajo y el hambre?
-Claro está que has de sufrirlas, pues los niños hacen lo que tú les has enseñado y lo mismo que tú hacías.
Callose Rafaelito y no su estómago, que cada vez era más exigente atormentado por el hambre, pero debió seguir trabajando hasta las doce; y cuando  a mediodía iba a dejar el taburete rendido por la fatiga y por la necesidad, volvieron a pasar los niños que salían de la escuela y a coro repitieron la burla.
-¡Infames! ¡Infames! exclamó Rafael desesperado.
-Paciencia, amiguito, le dijo una de las ratas. Ten en cuenta que es la segunda vez que oyes lo de «zapatero, zapatero,» que hace meses vienes tú cantando al remendón. Vete a comer.
Bajando dos húmedos escalones se halló delante de la comida, que consistía en un plato de sopas de ajo y otro de patatas cocidas, con algunas sardinas saladas. Eran tres a comer: él, la mujer y un hijo de Francisco; y como la comida era escasa y la mujer y el niño estuviesen hambrientos, en particular éste, Rafaelito se privó de parte de lo que le correspondía. Con el último bocado volvió al taburete y a los zapatos, pensando en aquellos dos seres a cuyo mantenimiento difícilmente podía subvenir el remendón aunque trabajase desde el amanecer hasta la noche. Y a las dos volvieron a pasar los niños que iban a la escuela y se burlaron como de costumbre de Francisco, lo que equivalía a mofarse de Rafaelito hambriento, cansado y dominado por la tristeza; y al salir de la escuela renovose el escarnio; y entonces Rafaelito, prorrumpiendo en sollozos, exclamó:
-¡Dios mío! ¡Cómo ha debido sufrir el pobre zapatero! ¡Cuánto me arrepiento de haberme burlado de él!
Al oírle las ratas saltaron de sus agujeros encima del taburete, y la que parecía mandar a las demás, le dijo:
 
-Puesto que estás arrepentido, levántate.
Rafael se levantó y se encontró ágil como el día anterior.
-Péinale, ordenó la rata a una de sus compañeras.
La orden fue obedecida, y moviendo la cola como hubiera podido manejar el peine el más hábil peluquero, en un momento le dejó compuesto el cabello, y a falta de pomada le paseó por encima la lengua, quedando muy lustroso. Una mariposa que entró en el tenducho, le rozó la cara con sus alas y desaparecieron las arrugas de la frente y los granos de la nariz. Luego otra rata mojó en agua sus patitas y le limpió las manos, mientras las demás se apresuraban a quitarle la ropa que llevaba y a ponerle la suya con lo cual se halló transformado en Rafaelito. Fuese a su casa como si saliera de la escuela; y al día siguiente, al pasar delante del tenducho del remendón, en vez de gritar:

    Zapatero, zapatero,
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.

se detuvo y dijo:
-Buenos días le dé Dios, señor Francisco. Sé que tiene usted un hijo, y con el permiso de mamá le ofrezco estos juguetes; y también este dinero que mamá destinaba para comprarme otros, pero que estará mejor empleado en un vestido para su hijito.
El remendón levantó la cabeza, aceptó lo que el niño le ofrecía y murmuró saltándosele las lágrimas:
  
-¡Dios le bendiga a usted!
Rafaelito se fue a la escuela muy contento; y cuando sus condiscípulos le preguntaron al verle si había hecho una nueva jugarreta al zapatero, contestoles:
-No volveré a burlarme de él, porque sé que es cosa fea y mala mofarse de los pobres. Si queréis estar alegres como yo lo estoy, haced lo que he hecho.
-¿Qué has hecho? exclamaron todos.
-Una buena acción.

NOTICIARIO (XXVI)

EL IMPARCIAL.- 10 de febrero de 1908

lunes, marzo 25, 2013

PUBLICIDAD EN VERSO (IV)

BUEN HUMOR.- 18 de noviembre de 1923
LA LIBERTAD.- 11 de enero de 1925

CITA A CIEGAS

"Si no esperas lo inesperado, no lo reconocerás cuando llegue."

HERÁCLITO DE EFESO

viernes, marzo 22, 2013

PESPUNTES: "SEMANA SANA"

Como todos los años por estas fechas, miles de personas se preparan para ver la ejecución de un hombre. Son tantas las representaciones de este hecho luctuoso a lo largo del tiempo que, al final, se ha convertido en  un espectáculo con grandes dosis de teatralidad, colorismo y devoción. Lo suyo es que a tan terrible tragedia le acompañara un cielo fúnebre y grisáceo, pero los fieles prefieren que haga buen tiempo para que toda la pasión de este condenado a muerte no quede deslucida.
Las ejecuciones públicas, tanto reales como en efigie, siempre han movido al pueblo llano, pero ésta se recuerda como ninguna otra. Durante nuestra adolescencia hemos visto todos los pasos que dio Jesús hasta su crucifixión; incluso hemos llevado alguno de ellos al hombro, pero ahora prefiero no unirme al coro de los penitentes, porque encuentro demasiado cruel toda esta celebración de la muerte, aunque sea la del hijo de Dios en la Tierra
Imaginemos que pudiéramos presenciar hoy en día los pasos sucesivos de un condenado a la pena capital  al que se le obligara a llevar la silla eléctrica a hombros desde la penitenciaria en que cumple condena hasta la Plaza Mayor de la ciudad en donde lo van a freír con una descarga de 2.450 voltios durante 15 segundos. Nos parecería un espectáculo bárbaro, cruel e inadmisible; sin embargo, es posible que tuviera a su alrededor personas que lo creen inocente, familiares que se acercarían a su cuerpo ensangrentado, y devotos que terminarían poniendo en pequeños lugares de culto una silla eléctrica muy parecida a la que el reo llevó a hombros ante la mirada impasible de sus verdugos.
A la Semana Santa algunos le quitan la "t" y la convierten en la Semana Sana. Me parece una idea mucho mejor, porque apuesta por la vida y no por la muerte; tal vez el tiempo tampoco acompañe a esta celebración de la primavera, pero, si no es posible disfrutar de unos días de playa, o de campo, o de paz consigo mismo y con los demás al aire libre, siempre podemos zambullirnos en las páginas de un buen libro,  o en la amena conversación, o en las visitas turísticas a los monumentos históricos, o en esa comida familiar que nos acerca los viejos sabores y a los delicados olores de los guisos de nuestra infancia. Mejor la religión del cuidado del cuerpo que la de la flagelación del  alma.

Felipeángel (c)

jueves, marzo 21, 2013

PINTADAS Y GRAFFITIS 10

CIMG5799 CIMG5815 CIMG5863 CIMG5867 CIMG5868 CIMG5869 CIMG5877 CIMG5879 CIMG5881 CIMG5883 CIMG5894 CIMG5911 Fotografías: Felipeángel (c)

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD (IV)

El martes, 7 de noviembre de 2006, publiqué en Hormigaciones la siguiente foto con el título de "Pegatina". Según Blogger, no tuvo ni una sola visita. Seis años largos después, creo que merece una segunda oportunidad.


"No vas a tener casa en la puta vida."
Fotografía: Felipeángel (c)

miércoles, marzo 20, 2013

MICHAEL RUTTER: "ON THE LEVEL"

MUCHO CUENTO: JUAN DE TIMONEDA - "EL PATRAÑUELO" (III)



Patraña dieciocho


    Porque decía Claudino:
«¡Dios os guarde de mal hombre!»
Filemo, por propio nombre
se enojaba de contino.

Claudino, sastre, teniendo otro vecino calcetero delante su casa, llamado Filemo, cada mañana que le saludaba, después de «¡Buenos días!» y «¡Buenas noches!», le decía:
-¡Dios os guarde de mal hombre y mala mujer, señor compadre!
Tantas veces se lo dijo, que le respondió:
-¿Qué me puede hacer a mí mal hombre, ni mala mujer, sabiéndome yo guardar? ¡Andá de ahí, no me lo digáis más, si me queréis tener por amigo!
Por lo cual Claudino calló, y a cabo de días, amprole sobre una buena prenda dos ducados sin haberlos menester, los cuales le volvió el mismo día.
Después, de allí a dos semanas, volviole a suplicar que le prestase cinco ducados, y Filemo se los prestó, no queriendo tomarle prenda ninguna; los cuales le volvió pasados tres días. Y de allí a muy poco tiempo le volvió a pedir prestadas diez piezas de oro, y también se las dejó. Pasado un mes, pasados dos, pasados tres, viendo Filemo que no le volvía sus dineros, díjole un día:
-Señor vecino, ¿por qué no se acuerda de volverme aquellos dineros, viendo con cuánta voluntad se los presté?
A lo cual respondió Claudino:
-¿Qué dineros o qué haca? Ya os los he vuelto; no sé qué os decís.
-¡Señor compadre! -dijo Filemo-, no me los habéis vuelto, ni tal me podéis vos probar por cierto; pero yo tengo el merecido por no quereros tomar prenda. Bien, la justicia lo averiguará todo. ¡Andá con Dios!
Ido, sin perder punto, le envió a citar por tres veces; y a la primera citación fingió Claudino que le habían robado la ropa de su botica, y su capa juntamente, y que por este respecto no salía de casa. Cuando vino la postrera citación, díjole a Filemo:
-Señor vecino, ya veis que por no tener capa días ha que no salgo de casa. Si queréis que comparezca delante del juez, prestadme alguna capa de las vuestras sobradas, para que salgamos de este negocio.
El Filemo, contento, prestósela. Venidos a juicio, habiendo hecho Filemo su demanda, respondió Claudino que si le había dejado dineros, que ya se los había vuelto buena y cortésmente:
-Pero mire vuestra señoría cuán mal hombre es este que, si a mano viene, dirá que la capa que yo traigo es suya.
Respondió Filemo:
-Sí, que es mía.
Dijo Claudino:
-¿Veis si digo yo verdad, señor?
Entonces dijo el juez:
-Jurad aquí, ¿vos debéisle los diez ducados?
Respondió Claudino:
-Juro, señor, que así es la capa suya como yo le debo los dineros.
Por donde dio por libre el juez a Claudino, y Filemo se fue a su casa muy congojado. Y a la noche, toma Claudino la capa de Filemo, y los diez ducados, y fuese a su posada, diciendo:
-¡Buenas noches, señor compadre! No os alteréis por verme; sosegaos, por amor de Dios. Primero y principalmente, veis aquí vuestra capa, y más los diez ducados. Todo esto no lo he tramado sino porque conozcáis qué es lo que puede hacer un mal hombre y una mala mujer.
Entonces Filemo le abrazó, agradeciéndole desde allí adelante el aviso que le daba.

NOTICIARIO (XXV)

EL PAÍS.- 13 de enero de 1908

lunes, marzo 18, 2013

PUBLICIDAD (XVI)

pu 1 pu 2 pu 3 pu 4 pu 6

CITA A CIEGAS

"Antes el capital era del individuo; ahora, en gran parte, es del Estado, que se apodera de él, lo recorta, lo achica como quiere."

PÍO BAROJA

jueves, marzo 14, 2013

PESPUNTES: "EL PAPA PACO"

Habemus papam. El cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, consiguió ayer más audiencia televisiva que su compatriota Leo Messi en el último partido del F. C. Barcelona contra el Milán. A nadie se le escapa que su elección en el cónclave ha sido un gol por toda la escuadra; ahí han estado muy vivos los cardenales porque su impacto mediático ha sido inmediato, y sus primeros gestos ante los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro han llenado de esperanza a muchos católicos que creen en una Iglesia más cercana al pueblo de Dios de lo que lo es ahora. El nombre que ha elegido el cardenal bonaerense para su papado -Francisco I- ha dado lugar a todo tipo de especulaciones y de chistes. En Twitter, que ha perdido su origen conceptista y se parece cada día más al Club de la Comedia, ya le llaman el Papa Paco; esta familiaridad, propia de la gente del barrio de toda la vida, le va al personaje, del que nos cuentan que viajaba habitualmente en Metro y daba sus homilías en la plaza pública. Ahora toca esperar. Nos alegra su elección; nos emociona su castellano con acento porteño; nos gustan sus pequeños gestos y sus maneras. No va a conseguir que volvamos a misa de doce, pero veremos con buenos ojos sus decisiones si van encaminadas a hacer de este mundo un lugar más justo, más solidario y menos pobre en la calidad de la vida y de las ideas. Nos gustaría un Papa que viviera mucho y que dejara vivir a cada cual  a su manera; un Papa cercano, poco vaticanista, que se exprese con palabras sencillas, como el santo al que ha cogido el nombre, y con acciones sinceras y prácticas, encaminadas a combatir la pobreza, los malos hábitos eclesiásticos y la corrupción; un Papa, en fin, alegre que trasmita esa alegría a los demás. No le pedimos que nos cante un tango, no queremos un Papa folclórico con ademanes de Carlitos Gardel, pero sí que nos hable con la verdad, que dé al mundo esa esperanza de cambio que parece haberle transmitido un Espíritu Santo del siglo XXI.

Felipeángel (c)

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD (III)


El 30 de noviembre de 2006 publiqué estos versos con el título de "Un Tenorio concienciado". Según Blogger, sólo mereció una visita. Llevaba casi un año en vigor la Ley Antitabaco pero seguía siendo una norma imperfecta, que exponía al humo de los cigarrillos y de los puros a muchos trabajadores. Tuvo que aprobarse otra más restrictiva, la  que entró en vigor el 2 de enero de 2011 para que los derechos de estos trabajadores y la de los fumadores pasivos quedaran protegidos. Hoy nadie pone en duda que entrar en una cafetería o en otros establecimientos públicos como en los de la Administración es mucho más saludable de lo que era entonces.  En estos tiempos de crisis,  nos preocupan otros problemas.
Los primeros versos, ligeramente cambiados, podrían valernos muy bien para explicar el enfado de don Juan Tenorio contra una de las lacras actuales  de nuestra sociedad:

¡Cuán roban estos malditos!
pero ¡mal rayo me parta
si en concluyendo esta carta
no pagan caros sus ritos!

Hoy han publicado que el índice de fumadores en España ha caído considerablemente pero yo veo a mi alrededor a muchas mas mujeres que hombres  fumando. Yo a muchas las digo, incluidas a las de mi familia, que el cigarro de hoy puede ser el cáncer de mañana, pero sigo predicando en el desierto. Hay que seguir, por tanto, insistiendo y, por ello, creo que esta entrada se merece, también por esta razón,  una segunda oportunidad:


UN TENORIO CONCIENCIADO

Desde hace tiempo noviembre y "El Tenorio" van de la mano. Casi siempre el texto se ha ceñido al que escribió José Zorrilla pero tampoco le han faltado, con el paso de los años, parodias y ambientaciones originales. A mi me parece que, hoy en día, aquel Don Juan calavera sería un tipo concienciado; al menos, así creo entenderlo cuando leí unas cuartillas que el azar puso a mi alcance junto a las lápidas, con flores marchitas, de un viejo cementerio español. El Matador no se queja, en los primeros versos, del griterío del Carnaval sino del humo del tabaco:

!Cuán fuman esos malditos!
pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus pitos!

La obra sigue por sus derroteros habituales pero es en la larga parrafada que le dedica a Don Luis cuando vuelve a hacer alarde de su gran sentido cívico:

Por donde quiera que fui
las cajetillas pisé,
los cigarrillos rompí,
de los puros me burlé
y las pipas destruí.
Yo a los billares bajé
y a los estancos hundí;
yo en los bares la lié
y en todas partes dejé
cumplida muestra de mi.

Es, de todos modos, en la escena del sofá, con Doña Inés, cuando sentimos el triunfo de la salud en todo su esplendor:

!Ah! ¿No es cierto, ángel de amor
que en esta apartada orilla
no se ve ni una colilla
y se respira mejor?
Está la estancia tan llena
de los sencillos olores
de las delicadas flores
que parece una faena
prender con ansia o con pena
la punta de algún pitillo
para darte luego asquillo
si  un beso  tú me confías.
¿No es cierto, paloma mía,
que nos sabría peor?
Este sosiego a tu lado
sin toses ni cigarrillos
¿No se debe a los cursillos
de la ministra Salgado?
No me creas delicado
que os amo como a ninguna
pues huyendo del Fortuna
fortuna tengo a mi lado.

Sabe, en fin, el Tenorio que es bueno en el amor, con la espada y engañando a quien se tercie , pero estos tiempos del talante son también tiempos solidarios y combativos donde, entre el numeroso florilegio de valores, hay uno en juego por encima de los demás: la salud.
En sus últimos versos no nos sorprende, por tanto, que se vanaglorie y se jacte de haber salido victorioso en tan desigual batalla:

!Clemente Dios, gloria a ti!
que gané a los fumadores
y evité males mayores
con la ley que defendí.
Mas reitero, y quede aquí,
pues es palpable y notorio,
que no ha de haber purgatorio
para quien fuma a conciencia.
No le des, Señor, clemencia,
que no se la dio el Tenorio.

Felipeángel (c)

miércoles, marzo 13, 2013

MUCHO CUENTO: JUAN DE TIMONEDA - "EL PATRAÑUELO" (II)




Patraña catorcena


    A un muy honrado abad
sin doblez, sabio, sincero,
le sacó su cocinero
de una gran necesidad.


Queriendo cierto Rey quitar el abadiado a un muy honrado abad y dar a otro, por ciertos revolvedores, llamole y díjole:

-Reverendo padre, porque soy informado que no sois tan docto cual conviene y el estado vuestro requiere, por pacificación de mi reino y descargo de mi conciencia, os quiero preguntar tres preguntas, las cuales, si por vos me son declaradas, haréis dos cosas: la una, hacer que queden mentirosas las personas que tal os han levantado; la otra, que os confirmaré para toda vuestra vida el abadiado; Y si no, habréis que perdonar.

A lo cual respondió el abad:

-Diga Vuestra Alteza, que yo haré toda mi posibilidad de haberlas de declarar.

-Pues, ¡sus! -dijo el Rey-. La primera que quiero que me declaréis es que me digáis yo cuánto valgo; y la segunda, que adónde está el medio del mundo; y la tercera, qué es lo que yo pienso. Y porque no penséis que os quiero apremiar que me las declaréis de improviso, andad, que un mes os doy de tiempo para pensar en ello.

Vuelto el abad a su monasterio, por bien que miró sus libros y diversos autores, por jamás halló para las tres preguntas respuesta que suficiente fuese. Con esta imaginación, como fuese por el monasterio argumentando entre sí mismo muy elevado, díjole un día su cocinero:

-¿Qué es lo que tiene su paternidad?

Celándoselo el abad, tornó a replicar el cocinero, diciendo:

-No deje de decírmelo, señor, porque a veces, debajo de ruin capa yace buen bebedor; y las chicas piedras suelen mover las grandes carretas.

Tanto se lo importunó que se lo hubo de decir. Dicho, dijo el cocinero:

-Vuestra paternidad haga una cosa; y es que me preste sus ropas, y rapareme esta barba, y como le semejo algún tanto, y vaya de par de noche en la presencia del Rey, no se dará acato del engaño. Así que, teniéndome por su paternidad, yo le prometo de sacarle de trabajo, a fe de quien soy.

Concediéndoselo el abad, vistiose vuestro cocinero de sus ropas, y con su criado detrás, con toda aquella ceremonia que convenía, vino en presencia del Rey. El Rey, como le vio, hízole asentar cabe sí, diciendo:

-Pues, ¿qué hay de nuevo, abad?

Respondió el cocinero:

-Vengo delante de Vuestra Alteza para satisfacer por mi honra.

-¿Así? -dijo el Rey-. Veamos qué respuestas traéis a mis tres preguntas.

Respondió el cocinero:

-Primeramente, a lo que me preguntó Vuestra Alteza que cuánto valía, digo que vale veintinueve dineros, porque Cristo valió treinta. Lo segundo, que dónde está el medio del mundo, es a donde tiene su Alteza los pies; la causa que como sea redondo como bola, adonde pusieren el pie es el medio de él; y esto no se me puede negar. Lo tercero, que dice Vuestra Alteza que diga qué es lo que piensa, es que cree hablar con el abad, y está hablando con su cocinero.

Admirado el Rey de esto, dijo:

-¿Que eso pasa en verdad?

Respondió:

-Sí, señor, que soy su cocinero; que para semejantes preguntas era yo suficiente, y no mi señor el abad.

Viendo el Rey la osadía y viveza del cocinero, no sólo le confirmó la abadía al abad para todos los días de su vida, pero hízole infinitísimas mercedes al cocinero.