sábado, octubre 21, 2006

PEDRO ALMODÓVAR





















Al principio de los años ochenta vi muchas películas, casi todas en cines de sesión continua o en los cinestudios, pero ninguna de Almodóvar. Prefería otros directores españoles -Colomo, Trueba, Saura...- e incluso extranjeros, como Fassbinder, Wenders o Godard.
A veces miraba la sinopsis de sus películas y me parecían disparatadas hasta que una tarde me decidí a ver una larga sesión almodovariana en el cinestudio Duplex y me encandilé con su cine.
Era fresco, trasgresor y diferente al de los demás pero, por otra parte, no ocultaba su tributo al cine español.
Decía Eugenio D'Ors que "todo lo que no es tradición es plagio". Almodóvar demostraba en las películas que vi -"Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón", "Entre tinieblas", y "¿Qué he echo yo para merecer esto?"- un humor corrosivo pero también unas cualidades innatas para sacar de sus actores lo mejor. Sus historias podían considerarlas algunos como muy españolas pero, también, muy universales.
Verle ayer recibiendo el Premio Príncipe de Asturias me llenó de satisfacción. Me gustaron sus primeras películas y me gusta la última, "Volver". Penélope Cruz está muy bien en todas las que ha rodado con el director manchego pero en "Volver" está excepcional.
Sin embargo hay algo que debo censurarle. Decía Luis García Berlanga, cuando fundó la Academia de Cine, que no debía ser reivindicativa, que, para eso, ya estaban los sindicatos. Como muchos de sus compañeros, Pedro Almodóvar ha mezclado, estos últimos años, el cine con la política.
No estuvo acertado cuando dijo en marzo de 2004 que, con la victoria del PSOE, "hemos vuelto a la democracia, cosa que habíamos dejado de hacer hace ocho años, cuando el PP llegó al poder", ni cuando hizo alusión a ciertos rumores "originados a través de Internet, sobre un intento de golpe de estado para evitar las elecciones, que tenían que celebrarse después del 11-M".
Rectificó ante la amenaza de una querella criminal pero, tal vez, la mejor lección de todas es que se dio cuenta de que no todo vale, que, en democracia, hay que aceptar al adversario. No hay que eliminarlo.

Felipeángel (c)

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