lunes, marzo 05, 2007

JOSE ISBERT














El sábado pasado se cumplió el 121 aniversario del nacimiento de José Isbert, uno de los grandes actores del cine español.
Cuando a la película "Bienvenido Mr. Marhall" le pusieron la vela de los cincuenta años escribí este artículo:

"BIENVENIDO, MISTER ISBERT"

El cincuentenario del estreno de "Bienvenido, Mr. Marshall" en el cine Callao de Madrid se celebró, hace algunos meses, en el Círculo de Bellas Artes, con una bonita exposición, el reestreno, por todo lo alto, de la película en una de las mejores salas de la capital, y la publicación de unos pocos libros; entre ellos, el guión original escrito por Mihura,Berlanga y Bardém.
Puestos en plan revival podían haber reeditado las "Memorias", de José Isbert, prácticamente inencontrables, pero no lo hicieron. !Lástima! Las publicó la Editorial Bruguera en 1969, tres años después de la muerte del actor por un infarto de miocardio.
En ellas, José Isbert nos cuenta, con gracia y buen pulso, lo mucho que dio de sí su vida, salpicando sus páginas con multitud de anécdotas y aderezándolas con versos que denotan su gran vena cómica.
Poco se puede decir de Luis García Berlanga que no se haya dicho ya y aún menos de su gran película. Fue para Isbert el director ideal y "Bienvenido Mr. Marshall" la catapulta del éxito.
Permaneció 51 días en cartel; la vieron 15.687 espectadores y recaudó 528.113 pesetas.
Desde entonces nunca hemos visto en la gran pantalla un alcalde que nos tocara tanto la fibra del corazón como Don Pablo, ni un verdugo con boina que, a pesar de su ingrato oficio, nos cayera tan bien como Don Amadeo, ni un jubilado con más trucos para salirse con la suya que Don Anselmo a bordo de su cochecito Ferreri.
Caracterizar a unos y a otros parece tarea fácil pero no lo es.
Para Berlanga, Pepe Isbert era un auténtico monstruo interpretativo porque tenía "una forma única de estar, de hablar, de mirar, de moverse".
Azorín fue, incluso, más lejos.
"Necesitamos en nuestro cine -decía en un hermoso, medido y sincero artículo- a José Isbert; con José Isbert reímos y sonreímos. No puede ambicionarse más como actor".

A pesar de los merecidos elogios, Isbert casi nunca iba a ver sus películas porque sólo se encontraba defectos.
Confiesa en sus Memorias "Mi vida artística", que quedó, por primera vez, satisfecho de su actuación en "El Capitán Veneno", estrenada en 1950.
Para él el éxito era el triunfo de la constancia y el tesón, una fórmula que nos recuerda la máxima de Camilo José Cela: "Quien resiste, gana". Isbert resistió y ganó.
Tertuliano, amante de los libros, los toros y el circo, su vida estuvo marcada por el arte interpretativo. De los 63 años de actuación pública, más de 25 los dedicó al cine.
Comenzó como artista de variedades en el Salón Moderno de Madrid.
Cantaba, bailaba, se hacía llamar Fígaro, como el desdichado Larra, pero su verdadero bautismo teatral lo recibió, con 20 años, como meritorio en una obra de Carlos Arniches, "El iluso Cañizares", que se representó en el muy castizo Teatro Apolo. A partir de aquí, apenas si dejó de trabajar. Formó parte de la Compañía Lara, de la del Infanta Isabel; hizo giras por América; actuó en provincias con el repertorio cómico habitual, e intervino en más de 120 películas. La primera, en 1912. Se llamaba "Asesinato y entierro de Canalejas". Apenas si duraba cinco minutos y fue prohibida su exhibición en España. Por hacer el papel del anarquista Pardiñas, José Isbert cobró 100 pesetas, bastante más de lo que cobraba entonces actuando en el teatro.
Amigo de Benavente, Falla, Muñoz-Seca, Caruso y tantos otros, se sentía tan a gusto charlando con ellos alrededor de la mesa de un Café como jugando al dominó con los paisanos de su muy querida Tarazona de la Mancha.
No le gustaba la música ye-yé; prefería la ópera y la fotografía, los dibujos animados de Walt Disney y, en los últimos años de su vida, ver los programas de televisión. Los veía postrado en un sillón y casi mudo. Tres cajetillas de tabaco diarias y algún puro terminaron por formarle un papiloma benigno en la cuerda vocal izquierda que los cirujanos no tuvieron más remedio que extirpar. Al final, la perdió pero ni siquiera éso le hizo mudar su buen carácter porque, como le gustaba decir a quien quisiera oírlo, "siempre he tenido el grado de humanismo necesario para reírme de mis propias tragedias".
Su último premio fue el Nacional de Cinematografía, reconociendo su gran trabajo como actor.
Había nacido el 3 de marzo de 1886; murió el 28 de noviembre de 1966. En el recuerdo los versos que le dedicó Muñoz-Seca antes de su inevitable final:

Yo soy Pepe y soy un Pepe
que vale lo menos tres
porque todo Pepe es Pepe
pero yo soy...Pepe Isbert.


Felipeángel (c)


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