martes, enero 12, 2010

LA VIEJA DAMA


A la vieja dama la hemos visto crecer como un juguete roto en medio del salón. Durante años nos pareció la niña bonita del baile pero sus ropas eran las de un expósito recluído en el hospicio del franquismo. Todo, o casi todo, lo que llevaba era prestado; las canciones sonaban a prietas las filas y el humor era una carcoma buscando el camino hacia la libertad, pero un buen día le salieron los colores y nos dimos cuenta de que ya no estábamos ante la muñeca vestida con el traje de trapo sino ante una adolescente con brillo en los ojos y faldita corta, dejando a la vista los jóvenes muslos de la democracia.
Ahora se ha quitado el corsé de la publicidad y veinte años de encima, como una modelo que busca la alfombra radiante de las pasarelas, y a mí me parece que luce primorosa, con su recatado lifting, su aumento de pecho y la necesaria liposucción. A su lado las cadenas privadas parecen mujeres públicas, vendiendo en las esquinas de la TDT su mercancía barata y sus favores caros; viejas gordas enganchadas al bingo, las patatas bravas y el anís del Mono. Así les va. Se gastan el dinero en cartones y no cantan ni una linea.
Con el nuevo look no echaré de menos el zapping, ni la socorrida meadita de los cortes publicitarios, ni el botón del silencio del mando a distancia cuando la carraca de los anuncios se vuelve insoportable.
La Uno y su hermana nos gustan así, con sus películas sin cortes, sus informativos sin alarmas y sus tertulias sin animadversión. Si nos entretienen, bien; si nos informan, mejor; si nos educan con buenos programas culturales y divulgativos, miel sobre hojuelas. A estas alturas uno ya empezaba a estar harto de tanto bandujo y tanta casquería cuando lo que realmente queremos son productos de calidad y servicio de primera.
Sería magnífico que en la parrilla televisiva, en la que tantos programas se queman, la 1 y la 2 nos dieran lo más selecto, lo más escogido, lo más interesante. A ese menú me apunto sin dudarlo, porque la telebasura, los atracones de publicidad, el poco respeto que las televisiones privadas tienen por las películas que emiten, el incumplimiento constante de los códigos éticos, y el reiterado mamoneo al telespectador, son caminos que terminan resultando intransitables, enlodados y sin fin.

Felipeángel (c)

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