miércoles, marzo 20, 2013

MUCHO CUENTO: JUAN DE TIMONEDA - "EL PATRAÑUELO" (III)



Patraña dieciocho


    Porque decía Claudino:
«¡Dios os guarde de mal hombre!»
Filemo, por propio nombre
se enojaba de contino.

Claudino, sastre, teniendo otro vecino calcetero delante su casa, llamado Filemo, cada mañana que le saludaba, después de «¡Buenos días!» y «¡Buenas noches!», le decía:
-¡Dios os guarde de mal hombre y mala mujer, señor compadre!
Tantas veces se lo dijo, que le respondió:
-¿Qué me puede hacer a mí mal hombre, ni mala mujer, sabiéndome yo guardar? ¡Andá de ahí, no me lo digáis más, si me queréis tener por amigo!
Por lo cual Claudino calló, y a cabo de días, amprole sobre una buena prenda dos ducados sin haberlos menester, los cuales le volvió el mismo día.
Después, de allí a dos semanas, volviole a suplicar que le prestase cinco ducados, y Filemo se los prestó, no queriendo tomarle prenda ninguna; los cuales le volvió pasados tres días. Y de allí a muy poco tiempo le volvió a pedir prestadas diez piezas de oro, y también se las dejó. Pasado un mes, pasados dos, pasados tres, viendo Filemo que no le volvía sus dineros, díjole un día:
-Señor vecino, ¿por qué no se acuerda de volverme aquellos dineros, viendo con cuánta voluntad se los presté?
A lo cual respondió Claudino:
-¿Qué dineros o qué haca? Ya os los he vuelto; no sé qué os decís.
-¡Señor compadre! -dijo Filemo-, no me los habéis vuelto, ni tal me podéis vos probar por cierto; pero yo tengo el merecido por no quereros tomar prenda. Bien, la justicia lo averiguará todo. ¡Andá con Dios!
Ido, sin perder punto, le envió a citar por tres veces; y a la primera citación fingió Claudino que le habían robado la ropa de su botica, y su capa juntamente, y que por este respecto no salía de casa. Cuando vino la postrera citación, díjole a Filemo:
-Señor vecino, ya veis que por no tener capa días ha que no salgo de casa. Si queréis que comparezca delante del juez, prestadme alguna capa de las vuestras sobradas, para que salgamos de este negocio.
El Filemo, contento, prestósela. Venidos a juicio, habiendo hecho Filemo su demanda, respondió Claudino que si le había dejado dineros, que ya se los había vuelto buena y cortésmente:
-Pero mire vuestra señoría cuán mal hombre es este que, si a mano viene, dirá que la capa que yo traigo es suya.
Respondió Filemo:
-Sí, que es mía.
Dijo Claudino:
-¿Veis si digo yo verdad, señor?
Entonces dijo el juez:
-Jurad aquí, ¿vos debéisle los diez ducados?
Respondió Claudino:
-Juro, señor, que así es la capa suya como yo le debo los dineros.
Por donde dio por libre el juez a Claudino, y Filemo se fue a su casa muy congojado. Y a la noche, toma Claudino la capa de Filemo, y los diez ducados, y fuese a su posada, diciendo:
-¡Buenas noches, señor compadre! No os alteréis por verme; sosegaos, por amor de Dios. Primero y principalmente, veis aquí vuestra capa, y más los diez ducados. Todo esto no lo he tramado sino porque conozcáis qué es lo que puede hacer un mal hombre y una mala mujer.
Entonces Filemo le abrazó, agradeciéndole desde allí adelante el aviso que le daba.

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