Nicolás Sarkozy ha perdido el Tour Electoral Francés; digamos que no estuvo a la altura, o que los franceses han dicho Sarkono a Sarkozy, o que el lider que comandó la carrera durante la mayoría de las etapas sufrió una pájara mientras miraba desde los Pirineos a la pobre España; fue, tal vez allí, en esa curva peligrosa que apuntaba a la crisis donde le adelantó François Hollande, al que la enfermera Merkel le va a pedir el control antidoping en cualquier momento, con un pedaleo continuado pero firme, apostando por subir las pendientes sin soltar el botellín de agua ni la bolsa de avituallamiento. Hoy todos le aclaman pero cualquier día nos dicen que se comió en una etapa un programa electoral que contenía promesas dopantes o esperanzas de recuperación irrealizables o un vigorizador económico para superar el pavés de los mercados, la rúa terrible que te revienta el culo y las piernas, con mucha fortuna y enorme resistencia.
Ya podemos decir, por tanto, que los capullos socialistas volverán a florecer en el Palacio del Eliseo, que el maillot amarillo se ha vuelto rojo, y que la bicicleta de su triunfo es el velocípedo soñado por los que no hace mucho perdieron el poder aquí, en España, y en otros países europeos. Esta circunstancia inesperada meses atrás ha generado una corriente de optimismo entre aquellos que no están a favor de los recortes en el Estado del Bienestar Social, pero, ojo, no hay más que mirar hacia Grecia para ver cuáles son las corrientes políticas que pueden arrastrarnos al caos por poco que nos vayan mal las cosas; si François Hollande le da trato de favor a la emigración ilegal; si permite que las ayudas públicas no se repartan equitativamente; si va a cargar sobre las espaldas de la clase media trabajadora, como ocurre en nuestro país, la mayoría de los ajustes, recortes e impuestos, comenzarán a barrerle los pies en la cúspide del podio, y no podrá seguir levantando la copa de su triunfo con el mismo vigor mientras suena a sus espaldas los acordes de La Marsellesa.
Felipeángel (c)
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