lunes, agosto 19, 2013

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD (XIV)

Esta entrada sobre Max Aub corresponde al 2 de junio de 2008. Según Blogger sólo ha recibido dos visitas. Max sigue siendo uno de mis escritores predilectos; por ello, creo que se merece una segunda oportunidad.

MAX AUB



Max Aub Mohrenwitz nació en París el 2 de junio de 1903, en el número 3 de la Rue Cité Trevise. Al lado estaba el Folies Bergéres.
Su padre era comerciante, de origen bávaro y su madre, francesa, hija de comerciantes, de origen sajón.
Hace cinco años, la figura literaria de Max Aub fue revisada en múltiples Congresos; se volvieron a editar sus libros y se representaron algunas de sus obras teatrales, con gran éxito de público. Se celebraba su Centenario y unos y otros, políticos e intelectuales, querían estar a la altura.
Hoy en día sus obras no sólo no se reeditan sino que es difícil encontrarlas en las librerías de viejo a un precio asequible.
Yo lo recordé con este artículo, que copio y pego aquí:


EL UNIVERSO DE MAX AUB II

Hay centenarios que atraen la lluvia benefactora y centenarios que traen el polvo del olvido; los que sirven para exhumar la obra incorrupta de un escritor y los que sólo pretenden pasear su cadáver en comandita como la mojama de San Isidro en tiempos de rogativas.
De César González-Ruano no hemos visto sino el perfil desdeñoso de su cara y la uña culera de su mano derecha asomando tras el marco de una exposición pictórica que lo utilizó como excusa pero, afortunadamente, de Max Aub tenemos la aún fresca y olorosa lluvia literaria de su escritura y su teatro, su voz y el chiribiri de sus actividades radiofónicas y cinematográficas que ha caído, mansamente, durante estos últimos meses para que nos mojáramos con su humanidad, nos caláramos hasta los huesos con su conocimiento, cautivara nuestras mentes con su seducción.
Lo triste de todo esto es que no fue siempre así. En vida Max Aub se tuvo que conformar con ser un escritor sin lectores, un autor de teatro sin candilejas ni público, un poeta sin oído y sin musa, la cenicienta a la que ahora, de cuerpo presente, han invitado al baile de gala de la literatura para que el gran público ignorante contemple su prodigioso zapato de cristal.
Max Aub Mohrenwitz (París, 1903 - Ciudad de México, 1972) le tocó vivir tiempos duros. Viajante escritor y escritor viajero, cosmopolita y trasterrado, apátrida y más español que algunos paisanos que se tenían por tal fue, sobre todo, un hombre comprometido con su tiempo, un intelectual para quien "los problemas políticos son problemas morales". Esta concepción de la vida pública como un ejercicio de honestidad y decencia, virtudes que exalta por encima de otras en el quehacer diario de la política, debiera servir y servirnos de reflexión en los tiempos que corren, nada proclives al examen de conciencia y el propósito de enmienda, a la autocrítica y a la moralidad. 
Para Max Aub "la certeza es la fe. La duda, la literatura". El ser o no ser de su obra lo va desgranando libro a libro con la paciencia de un tipógrafo y la soledad de un amanuense. Treinta años tarda en construir "El laberinto mágico". No ve la vida que tiene ante sus ojos como una pared que deba describir siempre con un enlucido uniforme sino como un poliedro con múltiples caras, ángulos y aristas que, por su complejidad, le brinda diferentes interpretaciones. En esa amplia, certera y lúcida visión de las cosas se mueve su escritura y, así, podemos encontrarnos con la vida imaginada de Jusep Torres Campalans o con la muerte de Franco, a manos de un mesero, el día del Desfile de la Victoria, con sus obras teatrales apenas representadas o con la amargura que destilan sus "Diarios" o "La gallina ciega". Todo lo abarca, todo lo toca. Escribe para no olvidarse de lo que vio y vivió; escribe para quedar.
El centenario de Max Aub ha servido, por tanto, para dar a conocer su obra pero, también, su vida, el interés que sintió siempre por las vanguardias y el arte, el mundo del teatro, la radio o el cine. Para ello se han realizado exposiciones, mesas redondas, montajes, congresos, documentales y cursos de verano; se han editado muchos de sus libros y se han proyectado, en diferentes filmotecas, las películas en las que, de algún modo, participó.
El último pensamiento de su "Diario" lo escribió el 13 de junio de 1972: "Pase lo que pase: sólo la ignorancia es mala".
3/9/03
Felipeángel (c )

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