jueves, febrero 19, 2009

LA REALIDAD Y EL DESEO

MAX ERNST- UNE SEMAINE DE BONTÉ.

"Los collages originales de Une semaine de bonté (1933) constituyen uno de los grandes tesoros artísticos del siglo XX. Aunque Max Ernst realizó, en 1934, una edición en cinco cuadernos, los originales, que siempre evitó mostrar, eran un secreto bien guardado.
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Estos collages, elaborados poco después del acceso de Hitler al poder, son la respuesta de Max Ernst al avance del totalitarismo. Sus pesadillas y fantasías conforman un universo en el que nos muestra su temor ante la situación que vivía Europa...."
(Texto extraído del folleto informativo )
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Cuando voy a una exposición tengo por costumbre no leer los folletos informativos hasta después de haberla visto. Ayer lo hice así y no vi por ningún sitio que lo que se exponía en la Fundación Mapfre se relacionara lo más mínimo con lo que reseñaba el folleto.
Creo que fue Cela quien dijo que no le gustaba hablar de sus obras porque debían defenderse por sí mismas. Si los collages de Max Ernst no se defienden por sí mismos sin la ayuda de las muletas informativas, es que algo falla: o la obra o el artista; la obra, porque no transmite lo que el texto dice que trasmite, o el artista, porque no ha sabido trasmitir en su obra lo que otros dicen que ha trasmitido.
Algunos de los collages son hermosos; otros, crueles; la mayoría, poco elaborados, pero ninguno de ellos me trasladó la sensación de que fueran un ataque brutal al totalitarismo, por mucha simbología que se le quiera dar, ni me sugirieron tampoco un temor exacerbado del artista ante la situación que, por aquellos años, se vivía en Europa.
Es el eterno dilema aplicado al arte, a la literatura o a la vida, que tan bien supo expresar Luis Cernuda en el título de unos de sus libros:" la realidad o el deseo".
La realidad pudo ser terrible para Max en aquel tiempo y su deseo fue el de una airada protesta con lo que mejor creía que sabía hacer: su arte; pero el resultado no alcanzó sus fines, por más que se le pondere sesentaytantos años después; incluso algunos de estos collages resultan, para la mirada del ciudadano de hoy en día, toscos, sin alma, infantiles.

Otra cosa muy distinta es Mariano José de Larra, del que este año se cumple el bicentenario de su nacimiento. Larra no sólo fue un extraordinario observador de su tiempo y un magnífico periodista que pasó por el tamiz de la sátira a una España pobre, corrupta y atrasada, sino un visionario. Si en los collages de Max Ernst es díficil ver su destructor mensaje, ¿no me digan que no es el doctor House el que aparece en este artículo titulado "El Café?":

"No sé en qué consiste que soy naturalmente curioso; es un deseo de saberlo todo que nació conmigo, que siento bullir en todas mis venas, y que me obliga más de cuatro veces al día a meterme en rincones excusados para escuchar caprichos ajenos, que luego me proporcionan materia de diversión para aquellos ratos que paso en mi cuarto y a veces en mi cama sin dormir; en ellos recapacito lo que he oído, y río como un loco de los locos que he escuchado.
Este deseo, pues, de saberlo todo me metió no hace dos días en cierto café de esta corte donde suelen acogerse a matar el tiempo y el fastidio dos o tres abogados que no podrían hablar sin sus anteojos puestos, un médico que no podría curar sin su bastón en la mano, cuatro chimeneas ambulantes que no podrían vivir si hubieran nacido antes del descubrimiento del tabaco: tan enlazada está su existencia con la nicociana, y varios de estos a que apodan en el día con el tontísimo y chabacano nombre de lechuginos...."

(Publicado en el "Duende Satírico del Día" el 26 de febrero de 1828)

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