Dice Agustín Fernández Mallo, en el último número de "El Cultural", que le tiemblan las piernas cada vez que oye la frase "por amor al prójimo", porque detrás de la palabra prójimo sólo hay abstracción, ideología, y añade " Los mayores desastres de la Historia se han hecho siguiendo ese totalitario y siempre sospechoso instinto llamado ´altruísmo´".
Hay otra frase, sin embargo, que, exenta de la carga de atrocidad de la primera, también lleva aparejada un enorme coste social. Se trata de "Gracias por su colaboración". Con esta sencilla fórmula se han eliminado millones de puestos de trabajo.
"Gracias a su colaboración", los clientes de los establecimientos de comida rápida no quieren pasar por maleducados y recogen sus bandejas después de haber comido. "Gracias a su colaboración" los conductores han convertido las gasolineras en autoservicios de carburantes. "Gracias a nuestra colaboración" somos millones los ciudadanos que nos vemos obligados a reciclar nuestras basuras para los Ayuntamientos respectivos sin ningún tipo de compensación a cambio.
No hace mucho, las cosas no eran así. Había camareros que recogían y limpiaban las mesas de los restaurantes; trabajadores que atendían los surtidores de gasolina y un buen número de profesionales que pagaban y reciclaban nuestros envases, botellas y papeles. El sistema era sencillo: el chatarrero te pagaba por los periódicos viejos al peso, y el tabernero te daba, por las botellas vacías, un pequeña cantidad. Todo el mundo salía ganando. Ahora, no. Retirar la bandeja o echar uno mismo la gasolina al coche no supone ningún ahorro para el consumidor, y reciclar las basuras o meter las ropas viejas en contenedores apropiados, tampoco. Simplemente, estamos creando, sin saberlo, mercados paralelos. Crees que tu ropa vieja va a terminar en la casa de un emigrante y, en realidad y en muchos casos, termina en los mercadillos de segunda mano de Marruecos.
Otro ámbito económico que se ha beneficiado de esta frase, sin decirla, es el de los bancos. No hace mucho, ni nuestras nóminas ni nuestros recibos estaban domiciliados. Muchas entidades tuvieron que ir, empresa por empresa, para convencer a sus trabajadores de la utilidad de sus servicios; por supuesto, sin coste alguno. Aquella operación, a gran escala, mandó al paro a miles de personas y, con el paso del tiempo, los supuestos beneficios que tal "altruísmo" bancario nos iban a reportar se convirtieron en comisiones.
Hoy la situación es irreversible salvo que cambiemos de mentalidad. Si dejamos la bandeja en los restaurantes de comida rápida, terminarán por contratar a uno o varios trabajadores para que las recojan; si los conductores se negaran rotundamente a utilizar las mangueras de los surtidores y exigieran un empleado para realizar esa función, también terminarían por contratar a alguien; y si nos negáramos a pagar los recibos de los gastos cotidianos de una casa por el banco, las compañías deberían tener la obligación de enviarnos un cobrador a domicilio, sin coste alguno.
Felipeángel(c)
Hay otra frase, sin embargo, que, exenta de la carga de atrocidad de la primera, también lleva aparejada un enorme coste social. Se trata de "Gracias por su colaboración". Con esta sencilla fórmula se han eliminado millones de puestos de trabajo.
"Gracias a su colaboración", los clientes de los establecimientos de comida rápida no quieren pasar por maleducados y recogen sus bandejas después de haber comido. "Gracias a su colaboración" los conductores han convertido las gasolineras en autoservicios de carburantes. "Gracias a nuestra colaboración" somos millones los ciudadanos que nos vemos obligados a reciclar nuestras basuras para los Ayuntamientos respectivos sin ningún tipo de compensación a cambio.
No hace mucho, las cosas no eran así. Había camareros que recogían y limpiaban las mesas de los restaurantes; trabajadores que atendían los surtidores de gasolina y un buen número de profesionales que pagaban y reciclaban nuestros envases, botellas y papeles. El sistema era sencillo: el chatarrero te pagaba por los periódicos viejos al peso, y el tabernero te daba, por las botellas vacías, un pequeña cantidad. Todo el mundo salía ganando. Ahora, no. Retirar la bandeja o echar uno mismo la gasolina al coche no supone ningún ahorro para el consumidor, y reciclar las basuras o meter las ropas viejas en contenedores apropiados, tampoco. Simplemente, estamos creando, sin saberlo, mercados paralelos. Crees que tu ropa vieja va a terminar en la casa de un emigrante y, en realidad y en muchos casos, termina en los mercadillos de segunda mano de Marruecos.
Otro ámbito económico que se ha beneficiado de esta frase, sin decirla, es el de los bancos. No hace mucho, ni nuestras nóminas ni nuestros recibos estaban domiciliados. Muchas entidades tuvieron que ir, empresa por empresa, para convencer a sus trabajadores de la utilidad de sus servicios; por supuesto, sin coste alguno. Aquella operación, a gran escala, mandó al paro a miles de personas y, con el paso del tiempo, los supuestos beneficios que tal "altruísmo" bancario nos iban a reportar se convirtieron en comisiones.
Hoy la situación es irreversible salvo que cambiemos de mentalidad. Si dejamos la bandeja en los restaurantes de comida rápida, terminarán por contratar a uno o varios trabajadores para que las recojan; si los conductores se negaran rotundamente a utilizar las mangueras de los surtidores y exigieran un empleado para realizar esa función, también terminarían por contratar a alguien; y si nos negáramos a pagar los recibos de los gastos cotidianos de una casa por el banco, las compañías deberían tener la obligación de enviarnos un cobrador a domicilio, sin coste alguno.
Felipeángel(c)
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