APOLOGÍA DEL NABOVesubiano musa paulo majora canamusVuelve a mis manos, mi adorada lira...
ven.... y que el eco de tus cuerdas de oro
hasta el asiento de los dioses vuele;
dame, Apolo, favor: grato me inspira
para que en canto armónico y sonoro
el alto prez y mérito revele
del héroe sin segundo
que
ruido tanto promovió en el mundo.
En buena hora se gocen orgullosos
Villergas en su célebra
patata,
Ayguals de la beldad de su
judía,
Miranda en sus
garbanzos provechosos;
y en buena hora tan futil patarata
canten en armoniosa poesía,
que yo tan sólo alabo
el
nombre y hechos del sabroso nabo.
Mirad su airosa y agraciada hechura,
su gruesa base y punta penetrante,
su esbelto talle y su gentil contorno;
de su sedosa piel ved la finura,
el nevado color, mate elegante,
y tiernas barbas, que le dan adorno
conjunto que enamora
a la que guisa, al amo, a la señora.
Ni que berza, aun de estirpe muy preclara,
su alta
progenies igualar pudiera,
cuando su origen precedió al diluvio,
pues según lo descubre y lo declara
una antigua inscripción que tradujera
el
autor reverendo del Vesubioaun antes del pecado
el padre Adán se lo encontró plantado.
Loor al padre Noé que cuidadoso
nos trajo entre las vides deleitosas
las nueve especies de esta rica planta,
cada una de las cuales dio famoso
nombre a las
nueve casas orgullosas,
que antigua historia de Mallorca canta,
y asegura por cierto,
que nunca admiten el extraño injerto.
Repartió por los ámbitos del mundo
Noé sus producciones ventajosas,
para que el hombre su producto aumente;
y dio a nuestro país, por más fecundo,
vides muy delicadas y jugosas,
y dos especies de nabil simiente,
y su crecer alabo,
pues hay tal copia de frondoso nabo.
Son en toda España de gran uso,
y crecen con vistosa maravilla
el nabo largo y el redondo gordo,
de pistilo ambas clases algo obtuso,
cáliz derecho, esférica semilla,
con que las tablas de mi huerto bordo,
y yo me maravillo
al ver salir a la luz tanto nabillo.
Plácense en los terrenos sustanciosos,
pero ligeros, sueltos y labrados,
y húmedos, sin que peque en demasía;
brotan sus tallos verdes y frondosos,
y hay peligro de verlos atacados
por la roedura del pulgón impía;
!mordedura maldita,
que tantos nabos a la España quita!
Suelen en la elección de este alimento
andar trocador el placer y el gusto,
pues uno quiere dulce y otro amargo;
juzgan algunos de mayor sustento
el nabo gordo por ser más robusto;
pero otros dan la preferencia al largo,
mas por quitar embrolla
comen al fin los que hallan en la olla.
Y en cuanto a sus virtudes y provechos
nada más útil, grande y portentoso,
que esta legumbre de los dioses digna
¿qué apetitos no quedan satisfechos?
¿qué mal no cede a elixis tan precioso?
¿y quién no siente su virtud benigna?
!oh, venturoso nabo!
!con razón cuánta tu grandeza alabo!
Tú, que ya sólo en cuaresmal potaje...
ya puesto a ruedas en sabroso asado,
de gordo pavo, o de cebada polla...
ya formando exquisito maridaje
con blanca col, en guiso delicado,
o ya en el bodrio de podrida olla,
a los mortales prestas
placeres tantos en ruidosas fiestas;
Tú, que ya aplicas tu virtud activa
a la gota tenaz... y a opilaciones,
ya al espolón, y callo endurecido,
ya a picada de víbora nociva...
ya al agudo dolor de sabañones...
y que, el
sánalo-todo te apellido,
recibe, en cuanto alcanzas,
bendiciones, aplausos y alabanzas.
JOSÉ MARÍA DEL CASTILLO