Fotografía: Felipeángel (c)
Me pareció el árbol la casa de acogida más apropiada para un libro como "La Araucana", el extraordinario poema épico de Alonso de Ercilla; no escogí un hueco ni la base ni una rama alta en la que se columpian las tórtolas, sino el tronco firme, ligeramente inclinado, con su textura correosa y su imponente vitalidad; quería que allí echara raíces, que la corteza en la que originariamente fue escrito se hermanara con la corteza de este árbol del parque de El Retiro; que al sentirlo tan cercano, lo sintieran, como si estuviera encima de sus hombros, el fornido Tucapelo, o el musculoso Lincoya, o el tuerto Caupolicán, tres de los bravos araucanos que pelearon contra las tropas de Valdivia.
Quien lo haya leído se habrá enfrentado a una de las historias más crueles que se hayan escrito, a raudales de heroísmo, muerte y dolor, a descripciones de una crudeza tal que parecen cinematográficas, y a la tenacidad de un pueblo, el de los mapuches chilenos, que no se dejaron doblegar por los conquistadores españoles. El verso de Alonso es vibrante; admira el soldado-poeta el pundonor y la valentía de estos hombres apegados a su tierra, hermosos y arrogantes; canta su destreza montando a caballo, manejando sus rústicas armas, peleando cuerpo a cuerpo con hombres venidos de tierras lejanas en busca de gloria, fortuna y honor. Quien lo haya empezado le costará continuar; si lo cierra, convocará al silencio, pero, si vuelve a abrirlo, oirá los gritos de los jinetes, el estruendo de los cañonazos, el batir de las espadas, y los pocos gemidos de amor en las plácidas noches de paz entre batalla y batalla.
"La Araucana" contiene treinta y siete cantos como treinta y siete campanadas; unos dirán que tocan a muerte; otros dirán que tocan a gloria; yo les he buscado un remanso de paz, muy cerca del Palacio de Cristal, para que duerman su inmortalidad los soldados españoles y los guerreros indígenas; tal vez ya estén en otras manos; solo deseo que les haya buscado un altar para las ofrendas tan apegado a la naturaleza como este, un altar en el que se oiga el murmullo del agua como si fuera el caudal del Biobío, el gran río chileno del gran pueblo araucano.
Felipeángel (c)
Felipeángel (c)
1 comentario:
Ya veo que le sigues buscando casas a los libros. La Araucana la estudie un poquito en el colegio pero nunca la lei. Debe ser dificil su lectura
Un abrazo
Luz
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