Cuando escucho a Beethoven, o leo a Don Antonio Machado, o contemplo algún lienzo de Picasso, no pienso que fueran unos explotadores de mujeres porque, en algún momento de sus vidas, frecuentaron a las putas; tampoco lo creo de Camilo José Cela, ni de Schubert, ni de Francisco de Goya, ni de Quevedo, ni de Moratín, ni, mucho menos, de Menéndez Pelayo, o de tantos otros ilustres escritores, músicos o artistas de toda índole que alguna vez necesitaron la íntima compañía de una prostituta para aliviar su soledad, su rijo o su mala suerte.
Quien sí debe creerlo es doña María Concepción Dancausa Treviño, Delegada del Área de Gobierno de Familia y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid, responsable de la Campaña "Tu dinero hace mucho daño. Porque tú pagas existe la prostitución", en la que acusa a los clientes de las meretrices de colaboración indirecta en el tráfico de armas y de explotación de mujeres, evidencia irrefutable que no comparten, por cierto, las supuestas víctimas.
No me lo invento. Ayer lo publicó el diario "El Mundo", que recoge las palabras de Cristina Garaizabal, Presidenta de Hetaira, Colectivo en Defensa de los Derechos de las Prostitutas:
"La campaña hace parecer que toda la prostitución es obligada, cuando se supone que es un contrato entre dos adultos. Es muy moralista y confusa, porque además echa la culpa a los clientes."
Yo no sé si doña María Concepción Dancausa Treviño va a entonar el mea culpa mientras recoge velas y retira los carteles de esta campaña tan ignominiosa, o si se enroca en sus juicios de valor; si es así, debería proponer a la Junta de Gobierno de la Ciudad de Madrid la retirada inmediata de toda inscripción en plazas, calles, teatros, pinacotecas, centros culturales...etc., en la que figure el nombre de algún putero célebre; porque, créame, doña María, sería una contradicción por su parte, mantener en el índice del callejero a quien considera, por el hecho de haberse ido alguna vez de putas, un maltratador, salvo que piense, claro está, que para todo hay clases, y que es distinto y digno de consideración el ciudadano que frecuenta los prostíbulos con carnet de genio que el que lo hace sin él.
Felipeángel (c)
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