Habiéndose puesto un padre a comer con sus dos hijos, le sirvieron la sopa hirviendo. El menor de los dos fue el primero que la probó, y como se quemase la lengua no pudo menos de decir:
-¡Este es un mar tempestuoso!
El otro hermano siguió en la prueba, y habiéndole sucedido lo mismo dijo:
-¡Apenas lo he podido atravesar!
El padre, que no comprendió lo que decían, se metió una cucharada en la boca abrasándose con ella. Entonces cayó en el cuento, y encarándose con sus hijos, les echó esta bendición:
-¡Hijos de puta! ¡Ójala que os hubiérais ahogado en ese mar!
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