Con la renovación del cuadro directivo de RTVE uno esperaba nuevos aires y, sin duda, los vamos a encontrar en los informativos, pero ayer tuvieron una buena ocasión para lucirse y no lo hicieron.
Me refiero a la retransmisión del partido de la Supercopa entre el F. C. Barcelona y el Real Madrid. Estaban en la cabina de comentaristas los habituales, Juan Carlos Rivero, Manolo Sanchís y Gerard López, pero para mí fue un placer ver junto a ellos a Marta Solano. Marta estuvo espléndida; no sólo transmite una imagen joven, atractiva y sonriente -no hay ojos en la televisión que sonrían más que los suyos- sino que sus comentarios fueron acertados, y su tono de voz me pareció grácil y dinámico. Por un momento creí que iba a dar el gran salto; que, nada más comenzar el partido, iba a retransmitirlo, mano a mano, con Juan Carlos Rivero; que iba a ser, en fin, la primera locutora que traspasara la barrera del machismo en el fútbol televisado, como venimos pidiendo insistentemente desde que publicamos esta entrada en Hormigaciones el 22 de diciembre de 2009. ¡Ya ha llovido! Peor que Xavi Díaz, que estuvo sembrao entrevistando a Zubizarreta en el palco de Autoridades, no podía hacerlo, y peor que tantos comentaristas de medio pelo como hay en los canales privados de televisión, tampoco. Pero no lo hicieron, y fue una lástima, porque sigo pensando que la mujer puede darle un toque original a estas retransmisiones que, casi siempre, se mueven entre la pesadez técnica y el tono elevado cuando los futbolistas penetran en el área con el balón.
Hay que cambiar de mentalidad y hay que hacerlo ya. Las atletas españolas que triunfaron en los últimos Juegos Olímpicos han demostrado su valía; lo demuestran las mujeres que acuden cada mañana a sus despachos y a sus trabajos, que dirigen empresas, que pelean por hacerse un hueco en todos y cada uno de los campos profesionales. No queremos cenicientas en el baile del fútbol, que nos deslumbran cuando aparecen, pero se van cuando empiezan los primeros acordes del minué. No, queremos verlas bailar junto a los hombres; que nos transmitan su pasión cuando Xavi o Iniesta o Ronaldo se internan en el área contraria como un misil en campo enemigo; queremos oír sus comentarios, sus risas, si procede, o sus dudas, si las hay. Ayer, Marta podría haber dado al telespectador todo esto y mucho más. Si hubiera sido así, si esta ilusión se hubiera cumplido, nos habríamos ido a la cama con la satisfacción de haber presenciado un hecho histórico.
Felipeángel (c)
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