Dice Felipe González que la corrupción del lenguaje está llegando a unas cotas increíbles; gritar que "el aborto es sagrado" como hace dos días lo hicieron tres activistas del Femen en el Congreso de los Diputados es una corrupción del lenguaje; pintarse esa afirmación en el cuerpo y exhibirla con las tetas al aire es una contradicción, pues nada representa más la maternidad de la mujer que sus pechos, fuente de vida para el recién nacido que sobrevive siendo amamantado. De todas las imágenes religiosas que se imponen sobre las demás y que nunca fueron censuradas por la iglesia católica sobresalen las Madonas con niño; los pechos, desde este punto de vista, pueden ser sagrados; el aborto, no. El aborto es siempre un fracaso; uno puede entender que una mujer quiera abortar porque se quedó embarazada después de una violación, o porque, como dice el artículo 15 de la actual Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, concurran los supuestos de grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada, o se detecten anomalías fetales incompatibles con la vida, pero no por otro tipo de razones, desde económicas hasta sociales. Las mujeres son, como dicen las pro-abortistas, dueñas de sus cuerpos pero también responsables de sus actos; no se puede desligar una cosa de otra. Querámoslo o no, todas las decisiones de nuestra vida tienen sus consecuencias, para bien y para mal. Es algo que estamos viendo a diario. Educar a la ciudadanía en la irresponsabilidad o en no asumir las consecuencias de sus actos es parte del problema cotidiano de hoy en día. El placer, como la razón, a veces genera monstruos; no se puede educar a nuestra juventud en un sentido hedonista de la vida, fomentando las relaciones sexuales a una edad cada vez más temprana, si a ello no se añade el sentido de responsabilidad y los medios adecuados para impedir que un embarazo no deseado ocurra. El aborto no puede ser una vía de escape para subsanar errores como no lo puede ser el crimen para mejorar nuestra situación económica; hay barreras que no se pueden cruzar; la del aborto libre es una de ellas; no es un concepto progresista, por más que lo griten las mujeres que están a favor de que se permita, sino reaccionario, porque atenta contra lo más precioso y preciado de nuestro mundo: la vida.
Felipeángel (c)
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