QUEJAS DEL PRINCIPE LUZBEL CONTRA LOS FRANCESES
Yo Luzbel, gran monarca del Averno,
auxilio os pido, Dios Omnipotente;
pues lleno de franceses el infierno,
¿qué he de hacer yo, Señor, con tanta gente?
Ellos querrán quitarme a mí el gobierno,
pretextando que soy el delincuente:
pues de hombres tan infames y perjuros,
aun los diablos, Señor, no están seguros.
Ya la lujuria se halla allí esparcida:
la herejía y blasfemia va en aumento,
de ellos vuestra justicia no es creída;
la religión católica es un cuento.
Con esto está mi gente enfurecida,
no temiendo el infierno y su tormento,
ni que usurpen sus bienes e intereses,
sino el estar mezclados con franceses.
Pero para que el mundo más se asombre
aún Judas se quejaba el otro día
porque, tal vez, francés le llamó un hombre:
injuria la más vil y más impía.
Si yo supiera, dijo, que ese nombre
por mi inicua traición se me decía,
por no ser tan infame y tan mal visto
nunca hubiera vendido a Jesucristo.
Agrandar el infierno yo quisiera
porque ellos y los diablos no cabemos;
y así en esta aflicción terrible y fiera,
es fuerza que a otro sitio nos mudemos.
Mas lo he de disponer de tal manera,
que sin que ellos lo sepan nos iremos,
haciendo nuestra fuga con gran arte,
como no sea a Francia, a cualquier parte.
("Gazeta del Cielo" -De 14 de octubre de 1808)
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