Había un ojaranco en un monte donde tenía su casa. Y tenía una piara de carneros que los guardaba él. Y todos los que pasaban y le pedían albergue, les mataba.
Y llegó una noche un chico joven y le pidió albergue. Le admitió el ojaranco; y cuando ya iba a matar al chico, éste, viéndose perdido, le dio con una navaja en el ojo. Pero el ojaranco se puso a la puerta y dijo:
-!Todo el que ha entrado aquí, no ha salido!
Al día siguiente el ojaranco a soltar su ganao. Y como no vía, no se quitaba de la puerta. Y el muchacho joven mató un carnero, se puso el pellejo encima de sus costillas. Y el ojaranco, al pasar los carneros, los iba tentando y decía:
-Éste no es, que tiene lana. Éste no es, que tiene lana.
Y pasó el muchacho. Y al verse libre, le dijo en voz alta:
-!Ojaranco vil, a muchos matastes, pero no a mí!
Petronilo Bartolomé Redondo.
74 años.
Navas de Oro, Segovia.
8 de abril de 1936.
Y llegó una noche un chico joven y le pidió albergue. Le admitió el ojaranco; y cuando ya iba a matar al chico, éste, viéndose perdido, le dio con una navaja en el ojo. Pero el ojaranco se puso a la puerta y dijo:
-!Todo el que ha entrado aquí, no ha salido!
Al día siguiente el ojaranco a soltar su ganao. Y como no vía, no se quitaba de la puerta. Y el muchacho joven mató un carnero, se puso el pellejo encima de sus costillas. Y el ojaranco, al pasar los carneros, los iba tentando y decía:
-Éste no es, que tiene lana. Éste no es, que tiene lana.
Y pasó el muchacho. Y al verse libre, le dijo en voz alta:
-!Ojaranco vil, a muchos matastes, pero no a mí!
Petronilo Bartolomé Redondo.
74 años.
Navas de Oro, Segovia.
8 de abril de 1936.
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