Lo habitual es ver a los ministros prometiendo o jurando sus cargos con la mano puesta en la Constitución o en la Biblia, pero los que forman parte de gobiernos socialistas deberían hacerlo con la mano izquierda sobre las Obras Completas de Pablo Iglesias. No lo hacen, sencillamente, porque no lo leen; si lo leyeran no oiríamos lo que continuamente oímos en boca de destacados miembros del Partido Socialisto Obrero Español o miembras de la Partida Socialista Obrera Española, no sé bien.
La última perla lingüistica nos la ha brindado la Ministra de Cultura, Angeles González- Sinde, al decir que considera "asustante que los libros circulen libremente por la Red porque entonces este sector cultural maduro y sólido, terminará como el cinematográfico". De seguir a este ritmo dejará pequeñita a Carmen Calvo, la fraila, que pensaba que "el español está lleno de anglicanismos" o que "un concierto de rock en español hace más por el castellano que el Instituto Cervantes".
Uno no sabe muy bien qué le preocupa a la señora ministra: si es la tozudez de la Real Academia Española por no incorporar al acerbo cultural todos los barbarismos de la Sección Femenina del PSOE; la defensa de los derechos de autor de todos los escritores españoles o la caída del nivel de ventas de libros y el consiguiente perjuicio a las editoriales.
Si busca un acercamiento a los señores académicos, no se desasosiegue, señora ministra: es muy probable que don Arturo Pérez-Reverte ya la tenga en su pensamiento y se lo haga saber, por escrito, en las páginas de los periódicos.
Si se aflige en el ángulo oscuro de su despacho ministerial porque los internautas tienen la osadía de leer a Francisco de Quevedo o a don Luis de Góngora o al mismísmo Mariano José de Larra en books.google o en otros portales de la Red, sin pagar derechos de autor, no se turbe ni se inquiete, porque sus obras son tan de dominio público que son numerosas las editoriales que se aprovechan de ellas, publicándolas sin dar tampoco nada a cambio.
Si lo que la angustia es que los editores sigan abonando porcentajes de mierda a los autores actuales mientras en las librerías venden sus obras a precios abusivos, tal vez tenga razón para preocuparse.
En este país se puede vivir de la música, incluso del cine, aunque sea mediocre, pero no de la literatura. Descontando a unos pocos privilegiados, lo cierto es que la mayoría de los escritores tiene que ejercer otros oficios. Muchos son periodistas, algunos se mueven en el ámbito de la docencia, incluso hay quien termina de ministro, pero no es lo normal. Cuando veo sus libros, recién publicados, en los anaqueles de las librerías, me pregunto si cada una de las ediciones no las habrán terminado pagando ellos; porque en este país, llamado España, los editores siguen siendo a la literatura lo que los vampiros a la sangre; no digamos los libreros, a quienes no les importa nada el contenido de los libros sino su valor como objeto bien impreso.
De las dos cosas tengo experiencia. Durante dos años permaneció mi novela "Variaciones" en los sótanos de una editorial que se decía libertaria; jamás me han pagado un sólo artículo de los que he escrito y publicado en diferentes periódicos y revistas y, cuando lo he pedido, me han salido los directores por peteneras; he comprado cientos de libros durante muchos años, algunos a precio de saldo y otros a precios abusivos y, cuando he querido venderlos, no me ofrecían los libreros más allá de 20 céntimos de euro por cada uno. El último expurgo, unos doscientos tomos, han terminado directamente en el contenedor de la basura, y no me arrepiento, porque prefiero tirarlos a que me timen, me incomoden o me humillen. Seguiré, no obstante, comprando libros, pero los seguiré leyendo, también, en la Red, porque creo firmemente en la universalización de la cultura, que es un principio socialista irrenunciable que debería conocer la señora ministra, y creo también en la libertad de información y de expresión y creo, con entusiasmo, que estamos ante uno de los mejores inventos de la Humanidad para que todo ésto se haga posible sin mercantilismos, sin trabas, con "D" de democracia activa, sin "D" de despropósito ministerial.
Felipeángel (c) 22/5/09
La última perla lingüistica nos la ha brindado la Ministra de Cultura, Angeles González- Sinde, al decir que considera "asustante que los libros circulen libremente por la Red porque entonces este sector cultural maduro y sólido, terminará como el cinematográfico". De seguir a este ritmo dejará pequeñita a Carmen Calvo, la fraila, que pensaba que "el español está lleno de anglicanismos" o que "un concierto de rock en español hace más por el castellano que el Instituto Cervantes".
Uno no sabe muy bien qué le preocupa a la señora ministra: si es la tozudez de la Real Academia Española por no incorporar al acerbo cultural todos los barbarismos de la Sección Femenina del PSOE; la defensa de los derechos de autor de todos los escritores españoles o la caída del nivel de ventas de libros y el consiguiente perjuicio a las editoriales.
Si busca un acercamiento a los señores académicos, no se desasosiegue, señora ministra: es muy probable que don Arturo Pérez-Reverte ya la tenga en su pensamiento y se lo haga saber, por escrito, en las páginas de los periódicos.
Si se aflige en el ángulo oscuro de su despacho ministerial porque los internautas tienen la osadía de leer a Francisco de Quevedo o a don Luis de Góngora o al mismísmo Mariano José de Larra en books.google o en otros portales de la Red, sin pagar derechos de autor, no se turbe ni se inquiete, porque sus obras son tan de dominio público que son numerosas las editoriales que se aprovechan de ellas, publicándolas sin dar tampoco nada a cambio.
Si lo que la angustia es que los editores sigan abonando porcentajes de mierda a los autores actuales mientras en las librerías venden sus obras a precios abusivos, tal vez tenga razón para preocuparse.
En este país se puede vivir de la música, incluso del cine, aunque sea mediocre, pero no de la literatura. Descontando a unos pocos privilegiados, lo cierto es que la mayoría de los escritores tiene que ejercer otros oficios. Muchos son periodistas, algunos se mueven en el ámbito de la docencia, incluso hay quien termina de ministro, pero no es lo normal. Cuando veo sus libros, recién publicados, en los anaqueles de las librerías, me pregunto si cada una de las ediciones no las habrán terminado pagando ellos; porque en este país, llamado España, los editores siguen siendo a la literatura lo que los vampiros a la sangre; no digamos los libreros, a quienes no les importa nada el contenido de los libros sino su valor como objeto bien impreso.
De las dos cosas tengo experiencia. Durante dos años permaneció mi novela "Variaciones" en los sótanos de una editorial que se decía libertaria; jamás me han pagado un sólo artículo de los que he escrito y publicado en diferentes periódicos y revistas y, cuando lo he pedido, me han salido los directores por peteneras; he comprado cientos de libros durante muchos años, algunos a precio de saldo y otros a precios abusivos y, cuando he querido venderlos, no me ofrecían los libreros más allá de 20 céntimos de euro por cada uno. El último expurgo, unos doscientos tomos, han terminado directamente en el contenedor de la basura, y no me arrepiento, porque prefiero tirarlos a que me timen, me incomoden o me humillen. Seguiré, no obstante, comprando libros, pero los seguiré leyendo, también, en la Red, porque creo firmemente en la universalización de la cultura, que es un principio socialista irrenunciable que debería conocer la señora ministra, y creo también en la libertad de información y de expresión y creo, con entusiasmo, que estamos ante uno de los mejores inventos de la Humanidad para que todo ésto se haga posible sin mercantilismos, sin trabas, con "D" de democracia activa, sin "D" de despropósito ministerial.
Felipeángel (c) 22/5/09
No hay comentarios:
Publicar un comentario