Ayer el diario gratuito ADN publicó una carta de Mabel Sánchez, titulada "Una mañanita en Educación", que, al leerla, me trajo a la memoria, inevitablemente, los artículos de Mariano José de Larra y las anotaciones de un curioso personaje azoriniano, llamado doctor Dekker.
El doctor Dekker era un supuesto "filólogo, filósofo, geógrafo, psicólogo, botánico, numismático y arqueólogo" británico, al que Azorín presenta haciendo un estudio sobre la hispana costumbre de perder el tiempo en cualquiera de las múltiples actividades de nuestra vida diaria.
El texto data de 1905 y no se diferencia mucho de lo que la señora Mabel Sánchez cuenta en su carta cuando el eminente filólogo, filósofo, geógrafo,... etc. tiene que resolver unos asuntos en un ministerio. Dice don José Martínez Ruiz:
"¿Qué extranjero será tan afortunado que no tenga algo que dirimir en nuestras oficinas, ministerios o centros políticos El doctor Dekker se dirige a un ministerio: los empleados de los ministerios -ya es tradicional, leed a Larra- no saben nunca nada de nada. Si supieran alguna cosa, ¿estarían empleados en un ministerio?
El doctor Dekker camina por pasillos largos, da vueltas, cruza patios, abre y cierra puertas, hace preguntas a los porteros, se quita el sombrero ante oficiales primeros, segundos, terceros, cuartos y quintos, que se quedan mirándole, estupefactos, mientras dejan El Imparcial o El Liberal sobre la mesa. En una parte le dicen que allí no es donde ha de enterarse; en otra, que desconocen el asunto; en una tercera, que acaso lo sabrán en el negociado tal; en una cuarta, que "hoy precisamente, así al pronto, no puede decir nada". Todas estas idas y venidas, saludos, preguntas, asombros, exclamaciones, dilaciones, subterfugios, cabildeos, evasivas, son como una senda escondida que conduce al doctor Dekker al descubrimiento de la suprema verdad, de la síntesis nacional, esto es, de que hay que volver mañana. Y entonces el ilustre doctor grita con más entusiasmo que nunca: The best in the world, y luego hecha mano de su cuaderno y apunta: Dos horas....."
("La ruta de Don Quijote" -Ediciones Cátedra S. A.- 1984, págs. 160-61)
El doctor Dekker era un supuesto "filólogo, filósofo, geógrafo, psicólogo, botánico, numismático y arqueólogo" británico, al que Azorín presenta haciendo un estudio sobre la hispana costumbre de perder el tiempo en cualquiera de las múltiples actividades de nuestra vida diaria.
El texto data de 1905 y no se diferencia mucho de lo que la señora Mabel Sánchez cuenta en su carta cuando el eminente filólogo, filósofo, geógrafo,... etc. tiene que resolver unos asuntos en un ministerio. Dice don José Martínez Ruiz:
"¿Qué extranjero será tan afortunado que no tenga algo que dirimir en nuestras oficinas, ministerios o centros políticos El doctor Dekker se dirige a un ministerio: los empleados de los ministerios -ya es tradicional, leed a Larra- no saben nunca nada de nada. Si supieran alguna cosa, ¿estarían empleados en un ministerio?
El doctor Dekker camina por pasillos largos, da vueltas, cruza patios, abre y cierra puertas, hace preguntas a los porteros, se quita el sombrero ante oficiales primeros, segundos, terceros, cuartos y quintos, que se quedan mirándole, estupefactos, mientras dejan El Imparcial o El Liberal sobre la mesa. En una parte le dicen que allí no es donde ha de enterarse; en otra, que desconocen el asunto; en una tercera, que acaso lo sabrán en el negociado tal; en una cuarta, que "hoy precisamente, así al pronto, no puede decir nada". Todas estas idas y venidas, saludos, preguntas, asombros, exclamaciones, dilaciones, subterfugios, cabildeos, evasivas, son como una senda escondida que conduce al doctor Dekker al descubrimiento de la suprema verdad, de la síntesis nacional, esto es, de que hay que volver mañana. Y entonces el ilustre doctor grita con más entusiasmo que nunca: The best in the world, y luego hecha mano de su cuaderno y apunta: Dos horas....."
("La ruta de Don Quijote" -Ediciones Cátedra S. A.- 1984, págs. 160-61)
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