viernes, junio 04, 2010

NUESTRAS QUERIDAS MASCOTAS


A mediados del mes de mayo una de nuestras queridas mascotas mató a un niño de dos años en Pazos de Borbén, y hace pocos días dos niños, de cuatro y seis años de edad, fueron hospitalizados después de los ataques perrunos sucedidos en el municipio lucense de Palas de Rei y en el barrio alicantino de Rabassa, respectivamente.
Todos estos lamentables sucesos han sido recogidos por los medios de comunicación, como ocurrió hace tiempo, y uno no sabe si se trata de una pura casualidad o es un aviso a nuestras autoridades para que apliquen con más rigor las normativas que entonces aprobaron.
Los expertos dicen que la culpa no es de los canes, aunque sean vagabundos, sino de los dueños, pero sus palabras, casi siempre interesadas, más que tranquilizar, inquietan, y no ayudan en absoluto a crear una corriente de opinión favorable a nuestras queridas y asesinas mascotas.
Lo cierto es que los perros andan tan sueltos como los dueños; da igual si es en la calle, en el parque o en los jardines del Buen Retiro, y no es recomendable llamarles la atención ni a unos ni a otros porque, por lo general, se molestan y muerden.
Si se aplicaran con rigor la numerosas normativas sobre perros peligrosos que existen en España, la cosa sería diferente; no veríamos a sus dueños con correa y bozal, que no nos tranquiliza nada, pero veríamos a sus perros, que ya es algo; mientras tanto, habrá que seguir conviviendo con la insensatez y el capricho de muchas personas que, cuando sacan a pasear a su querida, asesina y molesta mascota, creen que lo que realmente pasean es a un perrito de peluche y no a una fiera dispuesta a acabar con la salud de cualquier ciudadano que tenga la desgracia de cruzarse en su camino.
Hay que actuar y hay que hacerlo deprisa, con voz y mando, como lo haría la autoridad con quien se pasea por la calle con un arma, aunque no tenga intención de usarla. Un perro peligroso también lo es si quien lo lleva lo utiliza para intimidar o atacar a los demás. No valen, después, las lamentaciones, ni las banderas a media asta en la fachada del Ayuntamiento ni la muerte con una inyección letal del asesino en las zahúrdas de la perrera.

Felipeángel (c)

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