Fotografía: Felipeángel (c)
¡España entera se siente futbolera! Once guerreros del área dándole a la pelota con más desparpajo que un locutor deportivo pateando el Diccionario de la RAE han logrado incendiar los corazones hispanos, y este fuego abrasador, que es la alegría del triunfo, la constancia y el esfuerzo colectivo, ha dado nuevos bríos al país, ha puesto una bufanda al príncipe heredero y una sonrisa gallega, que no sabemos si viene o va, en el rostro de don Mariano Rajoy. Para los tiempos que corren nos vale cualquier gesto, la palmadita en la espalda o la colleja en la nuca, pero se agradece el cambio de caras, la sana emoción de la gente, los gritos desaforados o, incluso, el inevitable botellón cervecero.
Hoy continuará la fiesta; veremos que ya en Madrid nadie se va de vacaciones; que la calle será, de nuevo, del pueblo, sin límites horarios impuestos por la autoridad competente; que los bomberos pondrán sus mangueras apuntando a las camisetas rojas, y los futbolistas la mejor voluntad para complacer a todos después de tanta tensión, tanto éxito y tan buen trabajo; veremos esto y mucho más, y cuando caiga la noche como una lágrima en la cara de Andrea Pirlo, nos iremos a casa y nos acostaremos cansados pero contentos; contentos porque sabemos que cuando queremos podemos; contentos porque a pesar de que vivimos rodeados de fuleros y de mangantes, este país aun tiene un semillero de gente creativa, despierta y honrada; contentos porque ahora somos más Europa que Europa misma; contentos porque el futuro es incierto en el parqué de la Bolsa pero creíble y cercano en el campo de juego, que es hoy, más que nunca, un campo metafórico, casi bélico, convertido en el paradigma de la lucha diaria, que unos afrontan a cara de perro y otros con humilde serenidad.
Por un día, que será largo e imborrable en nuestra memoria, un trascendental partido de fútbol ha puesto una sonrisa en nuestros labios y un vigor inusitado en nuestros maltrechos corazones; por un día nadie se atreverá a hablarnos de la prima de riesgo, ni del riesgo de que la prima no la vean los jugadores de la selección española tras haber conseguido la copa de la victoria; por un día, dejaremos de escuchar los ladridos de esos mercados que nos ladran porque cabalgamos, y solo nos interesarán los otros, los de toda la vida, los que nos ofrecen el marisco fresco, la carne roja y la fruta de la huerta que tiene los colores de la bandera de España.
Con ese menú, o con otro, celebraremos que estamos vivos en la escena internacional; que nuestra voz debe oírse y nuestras quejas deben tenerse en cuenta; que hoy hemos ganado la Eurocopa y nos sentimos importantes, fuertes y felices por ello.
Felipeángel (c)
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