Fotografía: Felipeángel (c)
Podía haber dejado este libro de Manuel Chaves en el Parque de Maria Luisa, o en algún banco de la Plaza de España pero he preferido manos conocidas que manos por conocer, el refugio de un hogar acogedor que la estantería de un lector anónimo; pensé que haría lo que yo a veces hago, pasearse por la ciudad que ama y disfruta con el libro en el bolsillo de la chaqueta, buscando ese rincón que ya no existe o reviviendo cada una de las variadas historias que Manuel Chaves cuenta en su libro, o, mejor aún, aprovechar las tardes otoñales para leer a sus hijos estas páginas que hablan de su ciudad y de sus gentes en tiempos remotos e inolvidables; contarles, por ejemplo, que Sevilla tuvo quince puertas reales; recrearse en la descripción del Patio de las Muñecas; entrar, casi a ciegas, por la Puerta del Perdón, o en la sombría Cárcel Real; perderse por el barrio de Santa Cruz buscando a la Susona; visitar el Horno de las Brujas, o imaginar el alma en pena de las calle del Caño. Manuel Chaves no solo nos adentra en estos y otros sitios singulares, algunos , como hemos dicho, ya desaparecidos, sino que nos cuenta la relación que personajes tan importantes de la vida española, como Cristóbal Colón o Miguel de Cervantes, tuvieron con la ciudad.
Estas y otras historias están mejor en una casa de acogida sevillana que en una casa de acogida madrileña; por eso decidí dejar el libro allí, en manos conocidas, muy cercano a las calles que paseará y disfrutará muchas más veces que yo, que suelo hacerlo muy ocasionalmente. Allí, en contadas ocasiones, me como una pringá o un mollete con jamón, aceite y tomate, que está para chuparse los dedos, o camino por la avenida de Kansas City, nombre tan poco sevillano, o por la calle de Luis Montoto, para estirar un poco las piernas. Llegará un día que, con más tiempo, visitaré sus hermosos monumentos, navegaré por las aguas del Guadalquivir, o me perderé por el barrio de Triana, pero, mientras tanto, autores como Manuel Chaves o Estébanez Calderón me acercan la ciudad y me cuentan sus historias, tan lejanas pero también, tan cercanas siempre si somos capaces de poderlas sentir.
Felipeángel (c)
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