lunes, diciembre 02, 2013

MANUEL DEL PALACIO: "LA LIBERTAD"

LA LIBERTAD

Idilio tragi-cómico



Aun formadas de rosas y azucenas,
las cadenas al cabo son cadenas.
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Esto ni más ni menos pensaría,
hará próximamente una semana,
el canario colgado en la ventana
de una casa muy próxima a la mía,
donde vive en invierno y en verano,
con madre joven y con padre anciano,
una niña hechicera
que suele alguna vez ponerme triste
al ver de qué manera
da con su propia mano
riego a las flores y al canario alpiste.
Y digo que pensaba
el pajarillo así, porque de pronto
suspendiendo el allegro que cantaba,
de su jaula fijándose en la puerta,
que por pillo o por tonto
algún criado se dejó entrabierta,
empujando el alambre con el pico
y las pajizas alas sacudiendo,
hizo... lo que en la cárcel es frecuente,
con asombro y escándalo de un chico
que gritó a varios más: "Venid corriendo,
que se ha escapado el pájaro de enfrente."
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Debió en el corazón sentir la herida
mi vecina gentil; y presurosa
como abre el sol la nube enrojecida
y su capullo la fragante rosa,
abrió el balcón...¿qué bronces
no ablandaran sus quejas y su duelo?
Le dijo: "Ven, mi luz, mi amor, mi vida",
y el miserable apresuró su vuelo...
Aborrezco al canario desde entonces;
si me lo dice a mí, voy en seguida.
Le acosa y le persigue desde el suelo
la turba de chiquillos entretanto,
y al ver que por los árboles pasea,
uno le tira un canto,
otro sacude el tronco y lo menea,
el pequeño en el grande se encarama,
logra colgarse a la flexible rama
y ésta a su peso rota
le hace dar en la tierra, donde bota.
Avara de sus lágrimas sin duda,
o buscando refugio a sus dolores,
vase la niña junto al padre viejo,
que con risas miró la escena muda,
y exclama sin reir: "Tonta, no llores;
pon otro en su lugar, te lo aconsejo;
cuanto más se les quiere son peores."
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Y el prófugo a todo esto ¿qué se hacía?
Como me entré a leer, no lo sabía;
mas cata que a mi oído
llega el son de confusa gritería,
y a la voz de: "¡Allí está; sube, muchacho!"
me abalanzo a un balcón de mi despacho.
Allí estaba el infiel; entumecido
o cansado quizás, quizás hambriento,
de una maceta entre las verdes hojas
daba tímido al viento
píos de libertad... y de congojas.
Yo le imité piando
con el susurro blando
que producen clarines y trombones,
con el que en la playa solitaria suena
cuando empujan los recios aquilones
las olas de la mar sobre la arena.
Y... claro, lo asusté; miro un instante
al ave cuyo arrullo le extrañaba,
comprendió mi intención de echarle el guante,
y a la vez desdeñoso y altanero,
salvando el corto espacio que faltaba,
se plantó del tejado en el alero.
Inútiles creyendo las pesquisas,
con silbidos y risas
celebraron los chicos la aventura;
serenóse el canario antojadizo,
el grupo se deshizo
y yo volví de nuevo a mi lectura.
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Horas después, cerrando la persiana
del cuarto de vestir, al mediodía,
aun le vi en el tejado; allí seguía
dando satisfacción a la galvana.
¿Meditaba? ¡quién sabe!
Ser libre y no volar es cosa grave.
Acaso pensaría
en largas horas de terrores llenas;
en la noche cercana,
amiga del misterio y de las penas;
en el fatal mañana,
enigma pavoroso para el triste
que tiene libertad, pero no alpiste.
Y en tales pensamientos abismado,
no pudo ver de próxima buhardilla
un gatazo surgir mal encarado
que yendo de aquí allá como la ardilla
le miraba al descuido y con cuidado.
Ganóle de través la delantera,
tomó del tigre la actitud bizarra,
y en rápida carrera
tendió al aire la nervuda garra,
de la salida le cortó el sendero
y en él sació su instinto carnicero.
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Según varios autores,
en todo aquel que libertad predica
hay algo de los pájaros cantores;
el mismo lo que canta no se explica.
Por eso cuando ardiente
reclama libertades cierta gente
para nutrirse a costa de pazguatos,
se me ocurre gritar: "¡Perfectamente!
¡Viva la libertad! pero...¿y los gatos?

"La Ilustración Española y Americana".- Año XXXIV. Nº XLVII. Madrid, 22 de diciembre de 1890.

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