Las pequeñas huertas que tiene aún la ciudad de Valencia en sus aledaños me inspiraron este soneto.Del somier que terminó junto a una huerta
cercando las alubias y el olvido
conoció los ardores de Cupido
y el postrero final de alguna muerta.
Fue brillante, tenaz, de mente abierta;
jamás un buen colchón se sintió herido.
Con todos demostró ser muy cumplido
más, al cabo, le dieron, como a los demás, puerta.
Ahora vive en el campo, indiferente
al paso de la lluvia o el calor
que a sus muelles le causa tanto estrago.
Ya no escucha las voces de la gente
ni soporta en sus resortes el amor.
!Tanto esfuerzo y, al final, qué pago!
Felipeángel (c)
Felipeángel (c)
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