Ayer ocurrió un hecho singular en el tren de cercanías. El coche en el que entré iba casi lleno de viajeros y, en contra de lo que suele ser habitual, todo el mundo estaba callado salvo una mujer que hablaba por el teléfono móvil en un tono tan alto que, poco a poco, la gente que tenía alrededor se fue marchando a otros asientos. Entonces me acordé de un artículo que me publicó el Diario de Alcalá el 1 de abril de 1999, titulado "El psicomóvil".
EL PSICOMÓVIL
No sé si a los nuevos cachorros de la antipsiquiatría, esa ciencia inexacta que apuesta por el manicomio abierto de la ciudad y el campo, se les habrá ocurrido estudiar la posible y probable función terapéutica de los teléfonos móviles; tal vez no y, sin embargo, no me cabe ninguna duda de que sería un instrumento curativo útil para todas aquellas personas que, incluídos en una patología determinada, denominamos genéricamente locos o, dicho en roman paladino, que, a menudo, se les va la olla.
Una vez leí que un psiquiatra es un hombre que va al Folies Bergére y mira...a los espectadores, pero no es necesario trasponer hasta allí para darnos cuenta de que tan inusual conducta es moneda de cambio en esta ciudad donde vivimos y, por lo tanto, no resulta difícil ejercer de observador de los que observan, y viceversa, sentado en cualquier banco del patio de butacas madrileño, cabaret decimonónico como el que más.
Se quiera o no, todos llevamos dentro un psiquiatra y un loco, un analista capacitado y un voyeur de la vida con los plomos fundidos. Basta un ejemplo para ilustrar lo que digo.
A mí siempre me ha llamado la atención un ciudadano que, en una plaza pública de este Madrid caótico y zumbado, se dedica diariamente a dar el mitin soez y agresivo que cada español llevamos dentro. Como iba y venía por un escenario imaginado, muchas de las personas que se cruzaban con él se apartaban instintivamente, recelosas por el tono de sus voces y la agresividad de sua aspavientos; pues bien, denle a ese individuo un móvil pegadito a la oreja y veremos cómo su comportamiento nos parecerá normal e, incluso, nos daremos cuenta de que los viandantes que pasan por su lado ya no mostrarán ningún desasosiego y, todavía más, la bronca que, día tras día, mantiene consigo mismo, al hacerlo con un móvil pensaremos en seguida que la mantiene con otro; de manera que todo ese aluvión aguerrido y blasfematorio- decía Buñuel que la blasfemia es un arte español- no se queda levitando en el cielo como el sexo incierto de los ángeles, sino que terminamos pensando que ocupa un lugar destacado en la oreja paciente de otro interlocutor.
Decía Machado que "quien habla solo espera hablar con Dios un día". Denle un teléfono móvil a un loco y le habrán puesto en linea directa con Él.
FELIPEÁNGEL
EL PSICOMÓVIL
No sé si a los nuevos cachorros de la antipsiquiatría, esa ciencia inexacta que apuesta por el manicomio abierto de la ciudad y el campo, se les habrá ocurrido estudiar la posible y probable función terapéutica de los teléfonos móviles; tal vez no y, sin embargo, no me cabe ninguna duda de que sería un instrumento curativo útil para todas aquellas personas que, incluídos en una patología determinada, denominamos genéricamente locos o, dicho en roman paladino, que, a menudo, se les va la olla.
Una vez leí que un psiquiatra es un hombre que va al Folies Bergére y mira...a los espectadores, pero no es necesario trasponer hasta allí para darnos cuenta de que tan inusual conducta es moneda de cambio en esta ciudad donde vivimos y, por lo tanto, no resulta difícil ejercer de observador de los que observan, y viceversa, sentado en cualquier banco del patio de butacas madrileño, cabaret decimonónico como el que más.
Se quiera o no, todos llevamos dentro un psiquiatra y un loco, un analista capacitado y un voyeur de la vida con los plomos fundidos. Basta un ejemplo para ilustrar lo que digo.
A mí siempre me ha llamado la atención un ciudadano que, en una plaza pública de este Madrid caótico y zumbado, se dedica diariamente a dar el mitin soez y agresivo que cada español llevamos dentro. Como iba y venía por un escenario imaginado, muchas de las personas que se cruzaban con él se apartaban instintivamente, recelosas por el tono de sus voces y la agresividad de sua aspavientos; pues bien, denle a ese individuo un móvil pegadito a la oreja y veremos cómo su comportamiento nos parecerá normal e, incluso, nos daremos cuenta de que los viandantes que pasan por su lado ya no mostrarán ningún desasosiego y, todavía más, la bronca que, día tras día, mantiene consigo mismo, al hacerlo con un móvil pensaremos en seguida que la mantiene con otro; de manera que todo ese aluvión aguerrido y blasfematorio- decía Buñuel que la blasfemia es un arte español- no se queda levitando en el cielo como el sexo incierto de los ángeles, sino que terminamos pensando que ocupa un lugar destacado en la oreja paciente de otro interlocutor.
Decía Machado que "quien habla solo espera hablar con Dios un día". Denle un teléfono móvil a un loco y le habrán puesto en linea directa con Él.
FELIPEÁNGEL
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