La diferencia entre verano y estío la expuso, con acertada claridad, Camilo José Cela en "Relativa teoría del carpetovetonismo":
"Verano -nos dice- es voz astronómica y que cabe al calendario. Llega, por tanto, cuando corresponde, a un hemisferio y a otro, pero estío es señalamiento que se refiere al tiempo que hace, no al tiempo que pasa o que se cuenta, (...) e implica, necesariamente, calor, mucho calor.",
Quevedo utiliza las dos voces con acierto pero Alfonso Ussía no.
Dice el cojo barroco:
Manzanares, Manzanares,
arroyo aprendiz de río,
platicante de Jarama,
buena pesca de maridos.
Tú que gozas, tú que ves
en verano y en estío,
las viejas en cueros muertos
las mozas en cueros vivos...
Y escribe el coñón moderno:
Este verano invernal
ya empieza a caer pesado;
me tiene apesadumbrado
su afición por lo nival.
Me está cayendo muy mal
este estío descastado,
completamente entregado
al frío y al vendaval.
Manuel Machado lo retrata, en un sonetillo, con una técnica pictórica:
Frutales
cargados,
dorados
trigales...
Cristales
ahumados.
Quemados
jarales...
Umbría,
sequía,
solano.
Paleta
completa:
verano.
En cambio, su hermano Antonio lo carga de tristeza:
Los olivos grises,
los caminos blancos.
El sol ha sorbido
la color del campo;
y hasta tu recuerdo
me lo va secando
esta alma de polvo
de los días malos.
Pero, tanto uno como otro, nos remonta con sus versos a un verano antiguo que, a veces, identifico con mi infancia y mi juventud.
Aquellos veranos de los pueblos de Castilla me traen palabras que hace tiempo que no pronuncio: trillo, aventar ,era, parva, barbecho, solanera...
Mi familia nunca tuvo tierras de labor, salvo un majuelo que terminó vendiendo, pero el Gallego y su cuadrilla, es decir, José, el mayoral, y los segadores, el primer sitio que visitaban, al llegar al pueblo por las octavas del Señor, era mi casa.
Lo hacían, más que nada, por amistad, porque mi padre era de su misma tierra.
Aquella emigración periódica la llevó Rosalía de Castro a sus versos:
Castellanos de Castilla
tratade ben ós galegos.
Cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros.
Mientras segaban, cantaban y sus cantos eran, a veces, el fondo sonoro de nuestros juegos:
Venga el gallego a segar,
miserable jornalero,
que los hombres de Castilla
tienen el trabajo a menos.
Mi recuerdo es, por tanto, el de un verano agrario como los versos de Virgilio -"Húmedos veranos pedid e inviernos sereno, / labradores; con polvo de invierno se ahogan los trigos"- donde el calor adormece el aire de las afueras y marchita la cal de los muros y los patios.
Para Pedro Salinas el verano caluroso es la perfecta telaraña que atrapa el amor:
Yo no puedo darte más.
No soy mas que lo que soy.
!Ay, cómo quisiera ser
arena, sol, en estío!
Que te tendieses
descansada a descansar.
Que me dejaras
tu cuerpo al marcharte, huella
tierna, tibia, inolvidable..."
Y, para Villaespesa, la estación de Morfeo por excelencia:
Todo en silencio está. Bajo la parra
yace el lebrel por el calor rendido.
Toma a la flor la abeja, el ave al nido
y a dormir nos invita la cigarra..
El agua fresca de la fuente le sirvió a Concepción Arenal para escribir una de sus famosas y divertidas fábulas:
Sostenía Don CiprianoAquellos veranos de los pueblos de Castilla me traen palabras que hace tiempo que no pronuncio: trillo, aventar ,era, parva, barbecho, solanera...
Mi familia nunca tuvo tierras de labor, salvo un majuelo que terminó vendiendo, pero el Gallego y su cuadrilla, es decir, José, el mayoral, y los segadores, el primer sitio que visitaban, al llegar al pueblo por las octavas del Señor, era mi casa.
Lo hacían, más que nada, por amistad, porque mi padre era de su misma tierra.
Aquella emigración periódica la llevó Rosalía de Castro a sus versos:
Castellanos de Castilla
tratade ben ós galegos.
Cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros.
Mientras segaban, cantaban y sus cantos eran, a veces, el fondo sonoro de nuestros juegos:
Venga el gallego a segar,
miserable jornalero,
que los hombres de Castilla
tienen el trabajo a menos.
Mi recuerdo es, por tanto, el de un verano agrario como los versos de Virgilio -"Húmedos veranos pedid e inviernos sereno, / labradores; con polvo de invierno se ahogan los trigos"- donde el calor adormece el aire de las afueras y marchita la cal de los muros y los patios.
Para Pedro Salinas el verano caluroso es la perfecta telaraña que atrapa el amor:
Yo no puedo darte más.
No soy mas que lo que soy.
!Ay, cómo quisiera ser
arena, sol, en estío!
Que te tendieses
descansada a descansar.
Que me dejaras
tu cuerpo al marcharte, huella
tierna, tibia, inolvidable..."
Y, para Villaespesa, la estación de Morfeo por excelencia:
Todo en silencio está. Bajo la parra
yace el lebrel por el calor rendido.
Toma a la flor la abeja, el ave al nido
y a dormir nos invita la cigarra..
El agua fresca de la fuente le sirvió a Concepción Arenal para escribir una de sus famosas y divertidas fábulas:
que el agua de cierta fuente
se encontraba más caliente
en invierno que en verano.
Quiso su interlocutor
saber por cual ilusión
apariencia de razón
tenía tamaño error.
"Si la mano en el estío
-gravemente respondió-
mete V cual meto yo,
verá qué terrible frío.
Si un día de invierno crudo
repite la operación,
de calor grata impresión
sentirá". De ello no dudo,
refiriéndose a la mano,
grande el error ser debía
estando en invierno fría
y caliente en el verano..."
Hoy identificamos el verano con los viajes, las excursiones turísticas,, la playa, el chiringuito...un tiempo de ocio sin la carga poética de antaño aunque siempre podemos encontrar un verso escondido en las largas colas de la Operación Salida o mientras esperamos, ansiosos, a que nuestro vuelo se anuncie en la Terminal del Aeropuerto, o en ese estado de alucinación transitoria cuando recibimos, ay, un mes después, el extracto bancario de nuestra exhausta cuenta corriente.
Felipeángel (c)
Felipeángel (c)
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