19 personas han perdido la vida en accidentes de tráfico durante el último Puente de Mayo, y la noticia pasa desapercibida entre urdangarines, expropiaciones, nacionalizaciones, cumbres económicas y celebraciones deportivas. 19 muertos son 19 familias destrozadas, 19 ataúdes, 19 ilusiones rotas, 19 entierros en unos días relacionados con el ocio, el turismo y el buen vivir. Imaginemos que la televisión nos ofreciera cada uno de ellos, con sus ceremonias fúnebres, sus pésames y sus despedidas. Probablemente nos resultaría insoportable porque nos hemos acostumbrado a este parte mortuorio como si fuera el parte meteorológico habitual. ¿Por qué aceptamos unas cosas como corrientes, siendo trágicas, y otras las rechazamos enérgicamente, siendo insustanciales? Tal vez, algún día, nos lo explique el señor Punset en sus didácticos programas.
Extrapolemos. Si nos dijeran que, durante el último Puente de Mayo, han muerto en España 19 personas por usar el teléfono móvil, ¿nos alarmaríamos?. Si nos dijeran que, en uno de esos días, han fallecido 19 personas en un accidente ferroviario, o porque se cayó un avión, o víctimas de una intoxicación alimentaria, ¿nos parecería normal? Probablemente no pero sí nos parece asumible que puedan morir X personas durante sus desplazamientos en automóvil. ¿No se adoptarían en esos casos urgentes medidas para impedir que cundiera el pánico entre la población? ¿No se nos diría, por activa o por pasiva, que se investigarían a fondo los accidentes para que no volvieran a ocurrir? ¿No se paralizaría la comercialización de aquellos productos sospechosos de causar la muerte por su ingesta? ¿No se cerrarían cautelarmente los negocios implicados, ya fueran comercios, bares, restaurantes o chiringuitos playeros? ¿Por qué no ocurre lo mismo con los automóviles y todo lo relacionado con ellos?
Felipeángel (c)
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